Las botas son una de las cosas que más están pidiendo los afectados por la DANA, ya que para participar en las tareas de limpieza y desescombro no valen cualquiera sino que tienen que ser impermeables, de suela gruesa y caña alta.
El motivo por el que las autoridades sanitarias recomiendan este calzado es para evitar que el agua y el barro estancado y contaminado, tras trece días después de la catástrofe, no entre en contacto directo con la piel.
Además de las enfermedades infecciosas que trae consigue una catástrofe natural como ha sido la DANA, la exposición a la humedad de forma prolongada junto con el número extenso de horas que tanto los afectados como los voluntarios llevan este calzado también puede provocar daños y afecciones en los pies. Por este motivo, el Colegio Oficial de Podología de la Comunidad Valenciana ha detallado en qué consisten y cómo se detectan algunas de estas lesiones.
La primera de estas posibles lesiones es la dermatitis. Se trata de una inflamación de la piel provocada por una reacción alérgica por el contacto con la goma, el pegamento o las partes elásticas de los zapatos, cuyos síntomas son ardor, enrojecimiento leve, piel hinchada, ampollada e irritada.
Los hongos en la piel, como por ejemplo, el pie de atleta. Consiste en una infección fúngica en la piel que, por lo general, comienza entre los dedos; tiende a ser más frecuente en personas con alto nivel de sudoración cuyos síntomas son sarpullido escamoso y con picazón.
Entre las que destaca la queratolisis puntacta; es una infección de la capa córnea de la piel de los pies causada por bacterias. Afecta principalmente a adolescentes, adultos jóvenes y varones. Los síntomas más frecuentes son la sudoración excesiva y la bromhidrosis (mal olor) plantar, algunas veces conlleva lesiones cutáneas queratolíticas (pequeños hoyuelos).
Por último, la onicomicosis. El hecho de utilizar un calzado cerrado y no transpirable durante periodos prologandos de tiempo provoca que el pie esté humedecido por sudor o agua lo que favorece la aparición de hongos en las uñas de los pies.
Además, la onicomicosis es más frecuente en personas mayores, debido a que es común que tengan problemas circulatorios y el crecimiento de las uñas es más lento, o con el sistema inmunitario débil (enfermedades crónicas, diabetes, psoriasis, etc.).
Desde el Colegio valenciano de Podólogos advierten que si se detecta alguna de estas anomalías es importante recibir el diagnóstico de un profesional para aplicar cuanto antes el tratamiento adecuado. “Lo primero que tenemos que hacer es intentar proteger los pies de la humedad, para mantenerlos secos y aislados por ello son necesarias las botas de agua o el uso de calzado confeccionado con materiales impermeables”, explica a EFE el podólogo y miembro de la junta directiva del citado colegio profesional, Jorge Escoto.
Es fundamental ponerse unos calcetines adecuados, que protejan y mantengan el pie seco, puesto que el plástico de las botas provoca una mayor sudoración. “A los voluntarios les recomendamos llevar calcetines de repuesto y, en caso de mojarse, cambiarlos lo antes posible”, precisa el mismo.
Además, si no se ha podido proteger los pies del agua o del barro con calzado aislante se debe lavar bien los pies tras la jornada con un jabón neutro con agua tibia, secar de forma correcta con especial cuidado en los espacios entre los dedos y aplicar una crema hidratante.