El uso de los dispositivos digitales en la infancia y adolescencia tiene una cara B muy difícil de detectar. Se trata del ciberacoso o ciberbullying que, junto con el acoso escolar, se han convertido en un problema social a gran escala, especialmente por el silencio en el que está envuelto.
A esta realidad le ha puesto voz el 'I Estudio sobre el acoso escolar y el ciberacoso en la infancia y adolescencia en España', llevada a cabo por la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense y la Fundación Colacao. Se trata de una investigación, presentada en el marco del Día Internacional contra la violencia y el acoso en la escuela, en la que han participado 20.662 estudiantes, desde 4º de primaria hasta 4º de secundaria, de 325 centros educativos de las 17 Comunidades Autónomas.
Una de las principales conclusiones es que más de la mitad (55,1%) de las víctimas de ciberacoso niega habérselo contado a alguien; una cifra mayor en comparación con el acoso escolar presencial (38%). Este silencio impide la detección de los casos, y por consiguiente, la actuación a tiempo provocando que las consecuencias a nivel mental y físico sean mayores.
La investigación pone de manifiesto la relación entre vivir un proceso de ciberbullying con la salud mental, y en concreto con la ideación suicida. Los problemas de salud mental pueden incrementar el riesgo de ser elegido víctima y también ser una consecuencia del acoso o ciberacoso sufrido.
En este aspecto, los resultados muestran que la exposición a la violencia, ya sea presencial o virtual, incrementa el riesgo de emplear la violencia contra uno mismo. En el caso del ciberacoso, 1 de cada 4 ciberacosadores reconocen haber intentado quitarse la vida alguna vez (un 24,9 %), y en el caso de las cibervíctimas 1 de cada 5 (un 21,1 %).
“Los dispositivos digitales, que aumentan su gravedad al hacer que las víctimas lo sufran de forma permanente y sin poder encontrar un lugar seguro que lo detenga, inhibe la empatía de quienes lo ejercen y potencian un anonimato e impunidad de graves consecuencias. Escuelas y familias deben cooperar estrechamente en la lucha contra estas dos formas de acoso y necesitan la colaboración del resto de la sociedad”, explica la Dra. María José Díaz-Aguado, directora de la investigación y de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid.
Entre las situaciones más comunes de ciberacoso que los participantes reconocen haber vivido de forma repetida en los dos últimos meses son de tipo verbal y relacional. Principalmente se encuentran: contar mentiras para causar rechazo entre los demás (5,4 %), hablar mal del aspecto físico para herir los sentimientos (4,5%), llamar por motes, burlarse o ridiculizar (4,2%) e ignorar a propósito, excluyéndole del grupo (3,5%); situaciones que están presentes, en mayor medida, en el acoso escolar presencial.
Por otro lado, teniendo en cuenta las formas específicas de ciberbullying que se pueden ejercer a través de dispositivos digitales y móviles, incluyendo los que reconocen haberlas sufrido alguna vez, las situaciones más preocupantes son:
El 10,3% de los jóvenes con acceso a internet sin supervisión adulta reportaron haber sufrido durante los dos últimos meses y de forma repetida alguna situación de ciberviolencia llevada a cabo por chicos o chicas de su edad, con una mayor incidencia en ellas (12,7%) que en ellos (8,7%).
Al segmentar este resultado en función de la etapa educativa, se diferencia que, el 9,1% del alumnado de 5º y 6º de primaria; y el 11,4% del alumnado de secundaria han sufrido varias situaciones de ciberbullying durante los dos últimos meses.
Por otra parte, en cuanto a quiénes realizaron ciberacoso, los chicos (5%) reconocen participar en situaciones de ciberacoso con mayor frecuencia que las chicas (3,6%).
A nivel del total del alumnado de 5º de primaria a 4º de secundaria, el 4,4% reconoce haber participado, en los dos últimos meses, en alguna situación de ciberacoso con una frecuencia de mínimo 2 o 3 veces al mes.
De acuerdo con estas cifras significa que hay un ciberacosador por aula (estimando 28 alumnos por aula), y 134.448 alumnos de estas etapas educativas que reconocen haber ejercido este tipo de violencia con la periodicidad mencionada.
Las estrategias para proteger a los estudiantes del ciberacoso incluyen la educación sobre los riesgos de las TIC, saber dónde encontrar ayuda y fomentar la comunicación con padres y profesores.
El 85,2% de los estudiantes recuerda haber recibido formación en su centro educativo sobre los riesgos de internet y redes sociales, lo que reduce significativamente el riesgo de acoso. Además, el 69,4% de los estudiantes saben dónde pedir ayuda. En cuanto a hablar con la familia sobre sus actividades en el entorno digital, sólo el 20,7% de la muestra lo hace de manera habitual.
Asimismo, se observa que los estudiantes que no participan en el acoso escolar o que son víctimas de él reciben un mayor apoyo familiar y tienen una mejor calidad educativa en comparación con quienes ejercen el acoso. Este apoyo familiar contribuye al desarrollo de la empatía y a la capacidad de resolver conflictos sin recurrir a la violencia.
El estudio de la Universidad Complutense de Madrid ofrece diez principios básicos para hacer frente a esta situación: