En un contexto social en el que el sedentarismo y las dietas ricas en calorías están a la orden del día, la grasa corporal -entendida técnicamente como tejido adiposo- juega un papel protagonista en la salud metabólica.
Se sabe que el exceso de lípidos puede acumularse en órganos como el hígado o las paredes de los vasos sanguíneos, especialmente las del corazón y el cerebro, y puede causar daños irreversibles. Sin embargo, un reciente estudio, publicado en la revista científica 'Nature Communications', ha identificado un mecanismo en el que las células grasas se expanden de manera segura para almacenar energía.
El hallazgo, descubierto por un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y liderado por el Prof. Miguel Ángel del Pozo Barriuso, jefe de grupo de Mecanoadaptación y Biología de Caveolas, abre una puerta al desarrollo de nuevas formas para tratar enfermedades como sobrepeso u obesidad, y por consiguiente, sus complicaciones cardiovasculares y metabólicas.
El estudio del CNIC se centra en cómo los adipocitos, las células grasas, se adaptan para soportar las tensiones mecánicas derivadas de su expansión para acomodarse a la grasa acumulada.
El equipo analizó el papel de las caveolas, unas estructuras que se encuentran en la membrana celular, que son las que permiten que las células grasas se adapten al exceso energético sin romperse ni causar inflamación.
“Cuando el adipocito acumula grasa y su superficie se somete a mayor tensión, las caveolas se aplanan, liberando un reservorio de membrana que permite que la célula se expanda sin romperse. Por contra, cuando las reservas de grasa disminuyen, estas estructuras se reagrupan para reducir el exceso de membrana y restaurar la estabilidad celular”, ha explicado una de las autoras, María Aboy, investigadora del CNIC. Este proceso evita daños en los tejidos y protege al organismo de las consecuencias tóxicas de la acumulación de lípidos en lugares inadecuados.
“Estos resultados nos permiten entender mejor cómo el tejido adiposo responde a las fuerzas mecánicas asociadas con el exceso energético. En un contexto de obesidad y síndrome metabólico, este mecanismo de protección es clave para minimizar los daños en el organismo”, concluye Del Pozo.
Si bien este descubrimiento supone un avance significativo en la comprensión, e incluso tratamiento, de las enfermedades metabólicas, este proceso no está exento de riesgos; una sobrecarga de grasa puede provocar la ruptura de los adipocitos, liberando su contenido tóxico y generando inflamación y alteraciones metabólicas.
Cuando estas estructuras faltan o no funcionan correctamente, los adipocitos se vuelven más rígidos, vulnerables a rupturas y menos eficientes en la acumulación de energía. Como resultado, añade la Dra. Aboy Pardal, “se genera inflamación y se compromete la salud metabólica del organismo. Este fenómeno está relacionado con enfermedades como la lipodistrofia, una condición en la que los pacientes son incapaces de formar depósitos grasos, lo que deriva en alteraciones metabólicas y cardiovasculares graves”.
El estudio del CNIC también destaca el papel de una proteína clave, Caveolina-1 (Cav1), en el proceso de reorganización de las caveolas, cuyo buen funcionamiento es clave para que los adipocitos desempeñen su papel regulador, y no se produzcan patologías como lipodistrofia, que causa cambios anormales en la distribución de la grasa corporal.