Ana Peleteiro ha vuelto a regalarnos una gran anécdota en sus redes sociales, que data de hace unos 14 años, cuando era una adolescente que lo único que quería era seguir la moda de los peinados de la época. El ‘truco’ que seguía la atleta gallega en su plena adolescencia para acicalarse no era otro que robarle las planchas y secador a su madre.
Con todo tipo de detalles, la deportista de Ribeira se lo ha contado a sus seguidores mientras, precisamente, se retocaba su look. “Acabo de salir de la ducha y durante mi momento de relax me acordé del momento más “dramático” de mi juventud”, introducía. “Ahora me río, pero no sabéis el drama que fue por aquel entonces”, confesaba antes de arrancar con la historia.
La olímpica en triple salto arrancaba poniendo en contexto a los espectadores. “Cuando yo era pequeña, mi madre no me dejaba usar herramientas de calor. Por lo tanto, lo que yo hacía era robárselas, alisarme el pelo y secármelo a escondidas”, comentaba.
“Un maravilloso día, decidí cogerle el secador a mi madre y se me ocurrió la maravillosa idea de alisarme el flequillo con su secador. En aquella época se llevaba así ‘muy de lado’. Parecía la lengua de una vaca, literalmente”, se reía.
El pelo de Ana Peleteiro es, de hecho, muy rizado, por lo que alisarlo era una tarea para valientes. “Yo pensaba que, por mantener el secador durante más tiempo con mi pelo metido en el cepillo ese, pues se quedaría más liso”, reconocía. “Spoiler: no funciona”, confirmaba la deportista.
“Con lo cual, a la segunda pasada de intentar dejarme el pelo liso, cual japonesa, mi pelo se quedó directamente en el cepillo. Pero directamente, provocando, por supuesto, un olor a cerdo quemado increíble y mi cara de póker al ver mi flequillo por la mitad de la frente y la otra mitad del pelo en el cepillo”, insistía ella.
Junto a todo esto, hay que tener en cuenta que la madre de Ana no sabía que estaba utilizando sus herramientas de calor. “Pero claro, cuando llegó a casa, sorpresita”, expresaba la mujer de Benjamin Compaoré.
“En definitiva, me quedé sin pelo durante meses, incluso casi años, porque ese flequillo tardó en crecerme durante muchísimos años”, se sinceraba. “Porque me deterioró lo que es la fibra del cabello”, explicaba.
Además, Ana tuvo que aguantar las bromas de su madre. “No hubo bronca, pero, por supuesto, si tuve que aguantar sus risas al verme con el flequillo por la mitad de la frente por, obviamente, no hacerle caso y al final tener que darle la razón”, comentaba.
“Y, aunque en realidad no tenía razón, porque ella decía que mi pelo no soportaba herramientas de calor, sí que es cierto que lo que no soportaba herramientas de calor de poca calidad. Al cabo de cinco o seis meses, conseguí ahorrar con mucho esfuerzo para tener las planchas que quería”, completaba citando.