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"Carceleros", la historia de un club de fútbol argentino atado a una prisión

La historia de Lamadrid, un modesto equipo de fútbol del barrio porteño de Villa Devoto, no puede entenderse sin la cárcel situada frente a su campo, con la que el club mantiene una "compleja", "mágica" e inquebrantable relación que el periodista Marcelo Izquierdo plasma en "Carceleros".Irene Valiente
Nacido en Villa Devoto, Izquierdo ha querido rendir en su libro "un homenaje a todos los clubes de barrio del mundo" y a "ese amor que tienen socios e hinchas por pequeños" equipos como el suyo.
La historia del barrio, una zona residencial de clase media que respira una tranquilidad difícil de encontrar en Buenos Aires, está marcada por la cárcel, la única que queda en pie en la capital argentina, y por el Club Atlético General Lamadrid.
La prisión, explica el periodista en una entrevista con Efe, "es una islita en medio de todo, que se quedó perdida en el tiempo y no se desarrolló".
Desde esta "isla", los presos fueron construyendo con los años una relación única con el Lamadrid que Izquierdo desgrana en su libro.
Por las páginas de "Carceleros", el apodo con el que se conoce a los hinchas del Lamadrid, desfilan personajes como "El Loco" Mario Oriente, un preso que se enamoró del club mientras cumplía condena y al salir, se instaló en el barrio, se convirtió en directivo y hasta compuso el himno.
El libro recuerda a las presas políticas que durante la última dictadura militar aprovechaban los conciertos y los carnavales que se celebraban en el campo para olvidarse momentáneamente del horror de la cárcel, el aterrizaje de un helicóptero en el estadio para entregar a dos "encapuchados" y la memoria de un recluso que relata el horror de una masacre, entre otros capítulos de la particular relación entre el fútbol y la prisión.
Izquierdo tampoco olvida a los socios que delinquieron y terminaron viendo los partidos de su equipo desde las ventanas enrejadas.
Pero no todos los reclusos admiran al humilde equipo de primera C (cuarta división), muchos son hinchas del visitante y durante los partidos gritan al público local en un ejemplo más de esa "compleja" y "mágica" relación de "amor y odio" entre el Lamadrid y la cárcel de Devoto.
Una relación que, según Izquierdo, para los presos "siempre ha sido una vía de escape, los quieran o los burlen" porque "el único contacto que tienen con el exterior son las ventanas de sus celdas".
Aunque en realidad hay un contacto más: el generado por las cerca de 60 pelotas que pierde anualmente el club porque terminan en los patios de la prisión después de un partido.
"Cuando se pierde una nueva, le devuelven una vieja", bromea el periodista.
Desde que se fundó la prisión, en 1928, los vecinos mantienen con ella una conexión "problemática" que casi estalla en 1963 cuando los socios de Lamadrid se atrincheraron en la cancha durante cuatro días para evitar que la cárcel se hiciera con un terreno que ahora pertenece al Estado.
Pese a que "nadie quiere vivir en un barrio con una cárcel" que se alza como "una cicatriz en el rostro del club" para "moldear" su personalidad y la de los vecinos, "uno termina acostumbrándose".
"No te gusta que esté la cárcel pero termina formando parte de tu vida", apunta Izquierdo, quien confiesa que si finalmente se traslada el centro penitenciario, se perderá "la mística" de Lamadrid, ya que hasta el nombre de "carceleros" utilizado para los seguidores del club surge del polémico edificio.
El apodo comenzó a utilizarse en los años 60 de forma despectiva pero hoy se ha convertido en un motivo de orgullo para los hinchas, que se ven a sí mismos como una especie de "guardianes de su club".
Es el caso del propio Izquierdo, seguidor de Racing pero convencido de que siempre pertenecerá a Villa Devoto y a Lamadrid porque "como todo argentino", tiene "el corazón" en su barrio.
Un barrio que todavía no sabe "si le pertenece a la cárcel o si es la cárcel la que le pertenece a él", concluye.

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