Han pasado veinte años -se cumplen mañana, sábado-, pero en La Coruña nadie olvida aquella final de la Copa del Rey que quedó para la historia por doble motivo: se jugó en dos días por un diluvio y supuso el primer título oficial del club gallego, que entonces estaba inmerso en la etapa del SuperDépor y superó al Valencia (2-1).Carlos Alberto Fernández
Dos décadas después, mucho ha llovido en la ciudad gallega, pero pocas veces como la noche del 24 de junio de 1995 en Madrid, donde el agua y el granizo que cayeron en el Santiago Bernabéu obligaron al árbitro, José María García-Aranda, a parar el partido cuando quedaban once minutos para que concluyera y con el marcador igualado (1-1).
Javier Manjarín había adelantado a los deportivistas a los 35 minutos y Pedja Mijatovic lo había igualado a los 70, poco antes de que la final se detuviera por la lluvia y el granizo que se aliaron con el Deportivo.
El césped se convirtió en una especie de mar en el que llegaron a verse olas cuando los futbolistas de ambos equipos ya se habían resguardado en los vestuarios del Bernabéu, que estaban inundados por la tromba de agua que estaba cayendo.
El partido no pudo continuar y los once minutos que quedaban se disputaron tres días después, el 27 de junio, en el mismo escenario.
El Deportivo los afrontó con ímpetu y un par de minutos le bastaron para desequilibrar el marcador con un tanto de Alfredo Santaelena y conquistar el primer título de la historia del club.
El conjunto coruñés se quitó de ese modo una espina que tenía clavada de un año antes, en 1994, cuando perdió la Liga en el último suspiro al fallar un penalti.
Entonces (14 de mayo del 94), su rival había sido el Valencia y, tras aquel partido de Liga, el portero del conjunto coruñés, Paco Liaño, lanzó una advertencia al equipo levantino que no tardó en cumplir: "Arrieros somos y en el camino nos encontraremos".
Con Liaño bajo palos, el Deportivo se reencontró con el Valencia con la Copa del Rey en juego y se la adjudicó para resarcirse, estrenar el palmarés y poner el broche a una de sus mejores etapas, en la que consiguió dejar atrás casi 20 años fuera de la elite para regresar con fuerza a Primera y convertirse en alternativa a los grandes de la Liga.
Al frente del club estaba Augusto César Lendoiro, presidente hasta 2014, y Arsenio Iglesias manejaba la plantilla desde el banquillo.
Para la final, el técnico escogió de inicio a Liaño; Rekarte, Voro, Djukic, Ribera, Nando; Manjarín, Aldana, Donato, Fran; y Bebeto.
El gran protagonista del partido, el hombre que decidió la final, Alfredo Santaelena, sustituyó a Aldana en los primeros minutos del segundo tiempo, y Claudio Barragán salió al césped en los estertores del duelo.