"The Magician (el Mago)". Así han apodado en Tailandia a su seleccionador de fútbol sala, el español Miguel Rodrigo, que en apenas cuatro meses en el cargo se ha ganado el respeto de los aficionados de un país que ha recibido al técnico granadino como a una verdadera estrella.Juan José Lahuerta
Rodrigo tenía una misión casi imposible cuando accedió al puesto en el mes de julio: hacer un buen papel en el Mundial de Colombia con apenas 25 sesiones de trabajo. Eso parecía prácticamente una quimera. Sin embargo, logró igualar el mejor resultado histórico del conjunto asiático, los octavos de final, y se quedó a un paso de los cuartos.
Azerbaiyán se cruzó en el camino de Tailandia en un partido que se solucionó en la prórroga. Después de los 40 minutos, el marcador reflejó un 6-6 y se transformó en un 8-13 final que dilapidó las ilusiones de todo un pueblo. Y es que, como cuenta Rodrigo, el tailandés ve todo el deporte de su país. Por igual. Y, cuando juega la selección de fútbol sala, se paraliza.
El camino de Miguel Rodrigo hasta llegar a Tailandia tiene historia. Detrás de la figura del técnico español hay años y años de trabajo, la mayoría en el extranjero. Es un nómada del fútbol en toda regla. Ha entrenado en Italia, Rusia, Japón y, también en España.
Desde 1992 dedicó todas sus fuerzas para convertirse en un buen entrenador. Banco de Granada, Nazareno de Sevilla, Jaén Paraíso Interior, Spanesi Padova (Italia), Dinamo Moscú (Rusia), Luparense Padova (Italia), Caja Segovia (España) y la selección japonesa entre 2009 y 2016, engordan su currículum.
En cada país en los que se sentó en un banquillo, Rodrigo vivió diferentes situaciones. De Italia, cuenta, aprendió realmente a ser un entrenador, pero también a sufrir cuando el dinero de los patrocinadores desapareció y tuvo que hacer magia para dirigir a un equipo. Allí le llamaban "el Matador". Consiguió impulsar a un club humilde hasta cotas inimaginables. Se parecía a aquel Rayo "matagigantes" que ganaba a todos los gordos.
De Rusia sólo se llevó una mala experiencia de la que aprendió rápido. Prácticamente huyó de allí por culpa de un segundo entrenador que le hacía la vida imposible. Y, de Japón, Rodrigo tiene, aparte de dos Copas de Asia, unas experiencias inolvidables.
Allí organizó todo el fútbol sala japonés, categorías inferiores incluidas. Vivió el terremoto de 2011 y se hizo muy famoso con un "reality show" en el que era el protagonista enseñando a niños de 10 años el "Método Miguel". En él, a través del fútbol sala, premiaba el error y reforzaba los riesgos en una sociedad que rara vez muestra sus sentimientos. Hasta conoció a la familia imperial japonesa, seguidora del programa.
Pero esa relación concluyó cuando no consiguió clasificar a Japón para el Mundial de Colombia. Una tanda de penaltis fallida dio por concluida su aventura en el país nipón: "Estaba escrito, tenía que ser así y ya está. Hubo una despedida oficial. Un japonés es complicado que te abrace. Pues pasó, entre lágrimas mutuas. Me dijeron que todo lo que había hecho era inolvidable. Japón fue maravilloso. Una experiencia profesional y de vida".
Y, cuando tenía en mente pasar un año sabático en Granada, llegó la llamada inesperada de Tailandia. Como favor personal, el nuevo presidente de la federación (el anterior fue sancionado cinco años por la FIFA) pidió a Rodrigo que cogiera los mandos del equipo para el Mundial de Colombia.
"Dudé. Estábamos hablando de coger a un equipo y prepararlo en 25 sesiones de entrenamiento para un Mundial y sabiendo que lo que se había hecho anteriormente era opuesto a mi estilo. Lo planteé como un desafío personal. Lo acepté. Asumí el riesgo y ahora no me arrepiento. Viví un Mundial en el que rozamos los cuartos de final, algo histórico. Y me lo han reconocido", apuntó a EFE.
¿Y qué ha tenido que cambiar Miguel Rodrigo en la selección tailandesa para crear un equipo competitivo? Comparado con la selección japonesa, formada por jugadores robóticos sin capacidad de improvisación y a los que tuvo que transformar, los tailandeses son todo lo contrario. Un caos ordenado, pero, al fin y al cabo, caos.
"Al futbolista japonés le pedía más malicia y picardía. Aquí, todo lo contrario. Tienen una expresión que es "a mi ritmo, tranquilo, cuando sea, cuando puedo, puedo". Y eso es así. Puedes quedar con alguien a las 10:00 y aparece a las 15:00 sin avisar. Eso es normal. O puedes quedar con los jugadores a entrenar y aparecen comiendo su plato de arroz con chanclas 5 minutos antes. Eso hay que ordenarlo.
Además, tiene que hacer la vista gorda en algunos aspectos que forman parte de su cultura. No puede acabar con todo de golpe: "hay muchos torneos de calle donde sacan pasta y veo en ellos a los de fútbol y fútbol sala. Tienes que mirar un poco hacia otro lado", reconoció.
Las pautas son: mucha disciplina, orden sacrificio, gusto por el entrenamiento y acabar con la anarquía defensiva de un tipo de futbolista con potencial ofensivo desordenado. Cuando Rodrigo llegó había poco sacrificio y poca disciplina. A base de correr con ellos en el entrenamiento y "comiéndoselos", consiguió el éxito del Mundial.
El resultado: Miguel, en pocos meses es "el Mago" y cada dos por tres tiene que pararse en las calles de Bangkok para atender a sus aficionados. "Voy a una cafetería y los empleados salen de la barra. En los bancos, puestos callejeros, en el metro, en el aeropuerto, en el avión, en cualquier lado, me paran. De diez veces ocho o nueve me ocurre. Les encantan las fotos. Les gusta el selfie".
En Bangkok Miguel vive con su mujer y sus dos hijos y ya están muy integrados. En el país de la comida picante y del calor, el respeto y la humildad son una seña de identidad: "son serviciales, educados, siempre con una sonrisa. Si pierdes algo, un teléfono, y vuelves al día siguiente, está donde lo dejaste. El respeto es máximo".
Así vive Miguel Rodrigo en Bangkok, en un ambiente más anárquico que en su anterior destino. Pero el reto es similar. Ha pasado de desorganizar lo organizado a organizar lo desorganizado. Lo hace en inglés, aunque ya sabe dar algunas órdenes en tailandés. Y, es posible que, después de esta experiencia, se dedique a otra cosa.
"El presidente tiene un plan máster de desarrollo del fútbol tailandés en 20 años. Me ha incluido en el comité de desarrollo del fútbol. Puede que haya un ofrecimiento para incorporarme a la dirección de este plan máster con dos objetivos: introducir el fútbol sala en la base del fútbol tailandés y colaborar con todos los planes de formación y desarrollo".
De momento, Miguel Rodrigo dedica su vida a la selección de Tailandia. En pocos meses, ha dejado su sello ganador en el país asiático. De Italia a Rusia y de Japón a Tailandia, el técnico español no deja de sorprender allá por donde va. Su nuevo país ya espera nuevos trucos. "El Mago" quiere dárselos.