Gustavo Borges
México, 16 dic .- En las madrugadas de la Ciudad de México una niña muerta vestida de blanco suele entrar al campo de entrenamiento del equipo Cruz Azul y merodea por la cancha ante la cara pálida de los policías del equipo de fútbol mexicano que hoy perdió su sexta final seguida y lleva 21 años sin un título de liga.
La espeluznante historia es cierta, según uno de los cuidadores del campamento de "La Noria", donde se entrenan los Azules. Así al menos se la contó el hombre al escritor mexicano Carlos Barrón, quien en su libro "Tiempo de compensación" le puso un toque de folclor a la leyenda de las derrotas de los celestes.
Según la crónica titulada "El camposanto de cemento", el club le robó en 1998 un pedazo al panteón Xilotepec que colinda con el campamento y entonces comenzaron a pasar cosas raras.
Desde 1999 cuando perdió la final del Invierno con el Pachuca, el Cruz Azul ha vivido historias extrañas. Después de la final de ese año fue derrotado en cinco más, incluida la de hoy, 0-2 en el estadio Azteca donde ganó o empató todos sus partidos de la temporada, menos el de hoy en la disputa del título ante América.
Hace cinco años, frente al mismo rival, era un hecho que terminaba la sequía. Con dos goles de ventaja a cinco minutos del final los celestes se echaron atrás y América les convirtió dos goles, el segundo con un cabezazo de su portero, quien salió de la nada y provocó el desempate en penaltis ganado por los azulcremas.
Antes, en el Apertura 2008, el centrocampista César Villaluz fue derribado en el área y sufrió un golpe en la cabeza que lo llevó al hospital y acabó con su carrera de futbolista, pero el árbitro no cantó el penalti que le hubiera dado el campeonato a los Azules. Entonces no existía el VAR y todo quedó como anécdota.
Además, Cruz Azul perdió la final del Clausura 2008 ante el Santos Laguna y la del Apertura 2009 con el Monterrey.
En estos años el equipo rozó el título tantas veces y lo dejó ir de maneras tan increíbles que en un país donde, según el novelista Benito Taibo el realismo mágico es asunto de todos los días, la historia de los muertos enojados porque les quitaron un pedazo de su casa queda perfecta para colorear la leyenda de la desgracia.
No es solo el cuento de la niña el que tiene el cuidador. Según le dijo a Barrón, algunas noches unos perros de ojos rojos saltan en la cancha horas antes del amanecer y a él y sus colegas solo les queda un recurso para ahuyentar la mala suerte: Mirar a otro lado.
"Le temo más a los vivos porque son los que fallan goles, se equivocan en la defensa y en la mitad del campo", dijo hace un par de años a Efe el entrenador español Paco Jémez, uno más entre los que pasó por "La Noria" y no pudo sacar del hoyo a los celestes.
La idea de Jémez es el último recurso del que se aferran los descreídos de las maldiciones y ponen la final concluida hoy como ejemplo. En el duelo de ida el español Édgar Méndez falló un gol con todo a favor y en el de vuelta el equipo cometió un error en la salida causante del gol en contra del que no se levantaron.
De momento el entrenador portugués Pedro Caixinha, un obsesivo que llega al club a las seis de la mañana y lo abandona 12 horas después, se pasea por la Noria como si tuviera la oración para alejar a los espíritus de los muertos, en caso de que de verdad existan y se metan en la cancha por la madrugada.
"Trabajo, trabajo, trabajo", repite como un mantra Caixinha, quien cree que es cuestión de tiempo para que Cruz Azul sea campeón de liga, siempre y cuando sus vivos se entrenen más y mejor que los rivales.