Luis Miguel Pascual
París, 22 ene .- Los caminos nunca fueron fáciles para Emiliano Sala, el delantero argentino de 28 años cuyo paradero se desconoce después de que los radares perdieran el rastro del avión que le llevaba con destino a Cardiff.
Se trata de su gran salto, tras ocho años en el fútbol francés, de un futbolista que, a base de esfuerzo y trabajo, ha logrado destacar y hacerse un hueco en el competitivo panorama de los atacantes europeos.
Esa fue siempre la obsesión del niño de Cululú, en la provincia de Santa Fe, que junto a otros paisanos integró el proyecto "Crecer" con el que el Girondins de Burdeos buscaba jóvenes promesas en el vivero argentino.
Sala siempre destacó por su obsesiva dedicación, su trabajo incansable y su obstinación en sus posibilidades, características con las que suple sus lagunas técnicas.
A los 20 años, este ferviente admirador de Gabriel Batistuta, cruzó finalmente el Atlántico para asentarse a orillas del río Garona. La adaptación no fue sencilla, según recordaba en una reciente entrevista con la Agencia Efe.
"El periodo de adaptación no fue fácil, con otra cultura, otro idioma. Pero hacía lo que más me gusta, que es jugar al fútbol y eso me ayudó mucho", recordaba en octubre pasado.
Pero no dejó de perseguir su sueño. "Todo jugador sudamericano quiere jugar en Europa y para mi eso fue más sencillo gracias a ese proyecto", afirmaba el futbolista sin olvidar "la dureza" de aquellos primeros años lejos de su país y de su familia.
En el Burdeos no encontró espacio y el club pronto decidió cederlo a clubes de categorías inferiores. Sala encadenó etapas en tercera, segunda e incluso cuarta división. Orleans, Niort, las categorías inferiores del Girondins, el Caen.
Por todos los lugares donde pasó, dejó el rastro de un trabajador incansable, una característica que dejó huella en sus entrenadores y compañeros, según recordaban en un reciente reportaje publicado por "France Football".
"No me canso de aprender", aseguraba a Efe el futbolista que recaló en el Nantes en 2015. Al fin una oportunidad seria, la posibilidad de brillar en lo más alto del fútbol francés.
Tampoco ahí desaparecieron los baches en su camino. El club era un hervidero cuando recaló el joven futbolista y en esas condiciones fue difícil destacar.
Pero nada desvió a Sala de perseguir su sueño. Seis goles en su primera campaña en el Nantes y doce en la segunda y en la tercera, nada que le colocara en el centro de la imagen.
Hizo falta que el Nantes enderezara el rumbo esta temporada para que el delantero pudiera mostrar su valía.
Fue gracias a la llegada al banquillo de los "canarios" (nombre con el que se conoce al Nantes por el color amarillo de su camiseta) del franco-bosnio Vahid Halilhodzic cuando las condiciones de Sala eclosionaron.
El nuevo técnico, que como jugador había sido el máximo goleador de la Liga francesa con la camiseta del París Saint-Germain en 1983 y 1985, se había forjado una reputación de entrenador duro, implacable y exigente. Un comandante para enderezar al equipo.
Sala encontró en el franco-bosnio el consejo que necesitaba para sacar todo el rendimiento a sus características. El argentino necesitaba un padre y Halilhodzic un punta que impulsara al equipo, una simbiosis que se reveló virtuosa.
En febrero pasado recibió una oferta del Beijing Renhe chino que le proponía 3,5 millones por temporada. Pero Sala no pensaba todavía en abandonar su sueño europeo.
La presente temporada su rendimiento se aceleró. Autor de un "triplete" contra el Toulouse en octubre, los aficionados franceses descubrieron en el desgarbado argentino el instinto de los goleadores.
También otros clubes europeos, que comenzaron a cortejarle. Finalmente fue el Cardiff el que se hizo con sus servicios a cambio de 17 millones de euros, la mayor cifra pagada por el club galés.
Un traspaso que se hizo a espaldas de su entrenador Halilhodzic, que amenazó con dimitir cuando supo que ya no podría contar más con su atacante estrella.