Anfield es un fortín. Un feudo en el que el Liverpool no pierde desde abril de 2017. El problema llega cuando los reds abandonan su orilla del Mersey y se adentran en terreno hostil. Fuera de casa es un infierno para el Liverpool.
La derrota en el San Paolo ha vuelto a traer malos recuerdos al Liverpool. Malos, en teoría, porque aunque caer fuera de su campo en la Champions League fuera algo habitual el año pasado, al final les salió bien y levantaron la 'Orejona'.
Sin embargo, el 2-0 encajado ante el Nápoles ha vuelto a poner de manifiesto los problemas del equipo de Jürgen Klopp cuando no está con los suyos.
Aunque el técnico alemán quisiera suavizar la situación. "Este ha sido un mejor partido que el que jugamos aquí el año pasado", sentenció el germano buscando brotes verdes.
Mejor quizás que el 1-0 encajado el año pasado en el último minuto, pero el resultado, a fin de cuentas, es el mismo. Tres puntos que se escapan fuera de Anfield. Una tónica para el Liverpool que ha perdido cinco de sus últimos siete encuentros fuera de casa en la máxima competición continental.
A las tres derrotas en la fase de grupos del año pasado, ante Nápoles, Paris Saint Germain y Estrella Roja, se unen las recibidas en el Camp Nou y en San Paolo este año.
El Liverpool salió victorioso de Múnich (1-3) y de Oporto (1-4) y se aferró a su estadio para solventar los malos resultados fuera de casa. Venció 3-2 al PSG, goleó al Estrella Roja y superó por la mínima al Nápoles, consiguiendo el acceso a los octavos de final de manera agónica y con una parada de Alisson Becker a Arkadiusz Milik milagrosa y que, de no haber ocurrido, habría deparado un campeón diferente en la competición.
Ahora al Liverpool le quedan cinco partidos para reconducir la situación y no sufrir más de la cuenta. Un vigente campeón no debe caer en la fase de grupos y, probablemente, tampoco deba esperar hasta una divina mano de Alisson para salvarse.
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El infierno del Liverpool está fuera de casa y el cielo en Anfield. Klopp deberá encontrar una solución intermedia. Siguiente parada en casa ante el Salzburgo. Terreno bendito.