El campo de fútbol de un club de barrio de València, el Sporting Benimaclet, se ha convertido gracias a sus dirigentes y la organización de la sociedad civil en un punto donde se centraliza una primera atención y la acogida temporal de animales y mascotas que se han quedado sin hogar por las inundaciones de la provincia. ElDesmarque lo visita confiando en que, una semana después de la DANA, haya bajado el número de mascotas que necesitan ayuda haya disminuido. Nada más lejos de la realidad.
El campo del Benimaclet es vintage. A escasos metros de la ronda norte y amenazado por un PAI que acabará con él, lleva a gala ser el único de la ciudad que es de tierra. Ahora y siempre se mantiene fiel al gusto por la arena "y no va a cambiar", explican sus directivos cuando llegas. Junto al campo, que se ha convertido en una pista de entrenamiento para perros, y a modo de campamento de refugiados, se ha montado una infraestructura de carpas y tiendas de campañas que, junto a los vestuarios (unos barracones) sirven de improvisada perrera, hospital de mascotas, centro de acogida y punto neurálgico de ayudas para las mascotas que han sufrido la DANA. Esto es, las que se han quedado sin dueños, las que los dueños no pueden cuidar por haberse quedado sin nada o simplemente otras random como "Una jabalí, o una tortuga que nos trajeron", explica Juanma, uno de los entrenadores del equipo y valencianista de pro.
La vicepresidenta, Alba Arévalo, una lateral zurda que duda si colgar las botas o seguir jugando, explica que la iniciativa surgió "cuando la directiva se dio cuenta que podíamos utilizar las instalaciones para acoger a los animales". Básicamente funciona así: "Rescatamos mascotas, las recogemos o nos las traen a nuestras instalaciones los animales de compañía. Aquí tenemos un equipo de veterinarios, etólogos, educadores... que trabajan en el bienestar del animal y luego tenemos un equipo que les busca una casa de acogida entre las más de 800 familias que hay en lista de espera".
¿Y con los animales más grandes o salvajes qué hacen? También hay solución. "Hemos coordinado rescate de caballos, avestruces, burros... Los trasladamos a fincas dónde puedan realojarse", asegura Alba que concluye "no hemos tenido ninguna noche que un animal haya dormido en el campo. Todas las noches todos los que llegan acaban en casas de acogida".
Y uno puede dar fe de ello. En la media hora que estamos grabando el reportaje llegan el 147 y el 148, dos gatos que son numerados pues se desconoce el nombre , que pasan por las manos de Fátima la veterinaria y que rápidamente encuentran acomodo. Una protectora se los lleva porque tiene dos familias que los quieren. Son, como todas las mascotas, encantadoras. Hasta que se van, todos y cada uno de los animales tiene un padrino o una madrina que los nombra, los vigila y los mima, aunque tienen poco tiempo para enamorarse de ellos.
A lo lejos, tras superar la zona donde una tortuga que corre más de lo que uno hubiera imaginado y que lleva de cabeza a Mika, una japonesa que desde que vivió el terremoto de Kobe se propone ayudar a todo el que lo necesite, se oye ladrar un perro. A su lado está una chica joven y Javier Serrano, un cuidador de perros que ha llegado de Burgos y que deja una frase que tiene todo el sentido del mundo: "Las mascotas son las que más sufren porque no saben lo que ha pasado. Han sufrido igual que las personas, pero cambian de familia y no entienden lo que sucede".
Pero no todo es color de rosa. Clara Jara ha acogido un perro, pero también es voluntaria en el campamento montado por el Sporting Benimaclet. Ella pone el énfasis en que "Llegan perros muy grandes, muy estresados y que, por ejemplo, no se pueden bañar porque vienen de la DANA. Hay gente que nos devuelve mascotas con heridas porque lo han intentado bañar y en el forcejeo se ha roto la mampara del baño", dice Clara que, como todos, deja de prestar atención porque hay aviso de que llegan más perros y toca estar prevenido. El protocolo empieza de nuevo y siempre, gracias al Sporting Benimaclet y al medio centenar de voluntarios presentes, tiene un final feliz.