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La montaña rusa del Athletic en 2012

El 2012 será un año señalado en la centenaria historia del Athletic. La presencia del conjunto bilbaíno en las finales de Copa y Europa League, un logro con un único precedente en sus 114 años de existencia, ha dejado recuerdos imborrables en la retina de dirigentes, técnicos, jugadores y aficionados rojiblancos.
A pesar de caer en ambas. No cabe duda de que ha sido un año de emociones fuertes. Aunque, por desgracia, no todas positivas. En la segunda mitad, la que pertenece a la presente campaña, se han sufrido grandes decepciones. El vestuario no ha dudado en utilizar la palabra "fracaso". Merece la pena hacer un breve repaso por los momentos más destacados.
Enero arrancaba con la clasificación de los leones para las semifinales de Copa, con un calendario muy apretado al tener que disputar dos eliminatorias a doble partido además de las pertinentes jornadas de Liga. Albacete y Mallorca fueron las víctimas de un equipo que empezaba a creer en la posibilidad de hacer algo grande.
Febrero certificó la presencia del equipo de Bielsa en la final del torneo del KO, al dejar en la cuneta a un orgulloso Mirandés con el 6-2 de San Mamés. El logro dio aún más alas a los rojiblancos, que superaron también su primer cruce de la Europa League ante el Lokomotiv impulsados por la inercia positiva.
Marzo fue el mes mágico por excelencia. El Athletic conquistó al continente con sus espectaculares victorias sobre el Manchester United en Old Trafford y en La Catedral. Más que los resultados, maravilló su fútbol. Brillante en los dos encuentros.
En abril tocaron el cielo con el KO al Schalke de Raúl y, sobre todo, la obtención del billete para la final de Bucarest a costa del Sporting de Portugal. Los leones habían caído en la ida por 2-1, pero el 3-1 definitivo sellado por Llorente en San Mamés provocó un estallido descomunal en una afición que se veía de nuevo en una final europea.
El batacazo llegó en mayo. No solo por las derrotas sufridas ante Atlético y Barça, sino por la manera de caer. El Athletic se vio fuera de ambas finales casi desde el pitido inicial. En ningún momento dio la sensación de ganar. Además, en la Liga, los bilbaínos se dejaron ir con tres derrotas en las últimas cuatro jornadas. La familia rojiblanca, no obstante, buscó consuelo en el camino hacia las grandes citas y en los mimbres apreciados en la plantilla de cara el futuro.
El verano, en lugar de proporcionar paz, estuvo marcado por la polémica. Las obras, la no renovación de Llorente, la marcha de Javi Martínez al Bayern de Munich, el salto de valla, las filtraciones... Un sinfín de despropósitos que no han ayudado en absoluto a superar la 'resaca' de las finales de Bucarest y el Calderón.
El inicio de la competición tampoco ayudaba. Septiembre se cerró con la dolorosa derrota de Anoeta (2-0), después del frustrante empate a uno ante el débil Hapoel Kiryat Shmona en el estreno de la liguilla europea. En octubre siguieron las decepciones. Praga (3-1), Mestalla (3-2), el Getafe en San Mamés (1-2)... El desastre en la Europa League se veía venir. Y llegó en noviembre, el 2-3 ante el Olympique de Lyon en La Catedral acabó siendo definitivo a falta de dos jornadas para el fin de la fase de grupos.
Diciembre alumbró otro fracaso, el más duro hasta la fecha. Los rojiblancos han quedado apeados de su competición favorita, la Copa, a manos del Eibar. Además, la derrota ante el Zaragoza (0-2) ha frenado la reacción en Liga tras las ajustadas victorias sobre Celta (1-0) y Mallorca (0-1). En definitiva, una montaña rusa de la que el Athletic esperan agotar el billete para lograr la tranquilidad necesaria para resurgir.

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