Y es que era difícil abstraerse a la tensión que tenía la noche para todos los que comparten el sentimiento Athletic. Demasiadas cosas a flor de piel que se inflamaban con el deseo de agradar, de vencer y de reparar el desaguisado de despedidas del viejo campo.
De eso se aprovecharon los gallegos mientras les duró la gasolina para torturar con sus contragolpes. Pero el empuje de unos leones insistentes les permitió superar sus nervios, a su rival o la extrañeza de que sus delanteros no hayan mojado tras 360 minutos de juego.
Está claro que al técnico de Viandar de la Vera la foto aún le sale movida. Sigue probando piezas y engranajes, pero las victorias caen y, no nos engañemos, 9 de 12 puntos hacen coger confianza y disfrutar. Fue una noche de ovaciones, incluída la significativa a Ander Herrera.
Pues había cosillas como para fijarse de inicio, como la apuesta por la titularidad de Morán, la de Iago, en si Laporte era la respuesta en el lateral o para decidir dar carpetazo, si que es alguna vez ocurrió algo, en torno al ex zaragocista.
El Celta, pese al pasillo rojo fuego de vestuarios, estaba bastante más frío y optó por dejar a los leones sin la baza de atacar en el segundo tiempo a la grada llena. Aún así había tantas ganas de hacerlo bien que la salida fue francamente buena. Con unos carriles explosivos los de Valverde probaron fortuna con varios tiros trompicados mientras los celestes casi no podían pasar de medio campo. Ellos estaban a la suya, esperando, como el pescador de roca...
Laporte parecía haber comido espinacas y casi chocaba con Muniain en sus cabalgadas por la banda izquierda. Dejó en la pelea por ese puesto maldito desde los tiempos de Asier Del Horno algún buen centro, alguna pifia por confiarse y un regate con el pecho digno de un crack.
Pero el primer gol del nuevo campo, tragedia, fue para Charles. Un grave error de Morán permitía a Rafinha habilitar una contra que dió más hielo a la grada que una visita de Hacienda a Julián Muñoz. Y no digamos al portugalujo, que luego ya dijo aquello de 'tierra trágame'. Menos mal que el experto San José, que ya había estrenado Cornellá con el Liverpool, aprovechó un rechace para batir a Yoel tan solo cuatro minutos después.
El intercambio de sopapos abrió el partido, ya que los gallegos empezaron a dar rienda a su cerebro hispanobrasileiro, provocando que el Athletic temblara con cada contra. En una de ellas Iago derribaba a Nolito lo que costó el primer penalti de la historia del campo. Pena máxima que afortunadamente Charles mandaba a las nubes. Está visto que el portero de Basurto tiene ángel..., o puede ser tal vez, que la lona a lo Vallecas mosquea mucho.
Por su parte los rojiblancos lo intentaban tenazmente abriendo el juego a las bandas. Se ponían balones a la vieja usanza pero la defensa desbarataba una y otra vez las tentativas de remate. Había casi más nervios que ganas, un centro del campo super ofensivo, y lo cierto es que hubo momentos que aquello parecía un calco de la era Bielsa. Como decía el tarifeño Luis Fernández: "atacá, atacá, atacá"..., pero es que cada contra de los de Luis Enrique fue medio gol al haber un agujero por dentro.
En la segunda mitad los dos equipos decidieron tomarse un respiro, como el que tuvo que tomar Valverde con alguna salida de un desafortunadísimo Herrerín por alto que, para bien o para mal, como siempre ha hecho en su carrera, va como un Mihura en la curva de Estafeta.
Así las cosas, justo cuando el mister íba a meter cambios para recuperar bríos llegaba la solución del encuentro. Primero un renacido Muniain dejaba un regalo de tacón a Iraola para subir un tanto que hizo temblar de emoción hasta a la escuela de Ingenieros. Un auténtico golazo que antecedía en apenas 7 minutos a otro con exhibición de recortes incluída de un notable Beñat.
Eran los fuegos artificiales de toda inauguración que se precie y a veces esas tracas se 'bufan'. Cuando ya se repartían sonrisas y abrazos un gol incomprensible del imberbe Santi Mina (17 añitos) rodeado de jugadores vizcaínos volvía despertar el cosquilleo en la 'U' construída de momento de la grada.
Oscar De Marcos, que había salido cual Chuck Norris del banquillo, estuvo cerca de marcar en la recta final rematando en todas las posturas posibles, pero ya no habría más noticias que la de que los puntos se quedaban en casita. Se pasó el estreno y esta vez no hubo que volver a tirar del tópico de que a este equipo los festejos le sientan fatal. La gran noche supo a victoria.