Con Iturraspe de faro, de ancha por delante de los centrales, Erik Morán batalló como un jabato en paralelo con Ander Herrera, aunque más combinando labores de destrucción con generación de juego. Cayó a las bandas, trianguló, barrió balones, basculó y pisó área con profusión. Morán sabía que era su día, en su segunda titularidad, la primera fue ante el Celta, después de ocho participaciones desde el banquillo.
Morán se mostró más tímido en los compases finales, con algunas imprecisiones en los pases, para ir desmelenándose y ser participativo y vertical. Con el 5 a la espalda, al más puro estilo de volante argentino, prolongó de cabeza un balón de Herrera que casi clava Aduriz en el arco de Caballero. Después se prodigó en abrir el campo con pases largos en diagonal hacia los costados, para acabar robando el balón que propició el segundo gol. Habilitó el cuero a Herrera, que asistió a Susaeta a la derecha y el centro del eibartarra lo alojó en la red Aduriz. Pinceladas de un Morán que se va pareciendo al que deslumbró el curso pasado a los mandos del Bilbao Athletic.
Valverde conoce su potencial y sabe que puede explotar. El fondo de armario volvió a funcionar, pese a la media docena de inquilinos del banquillo. Morán hizo olvidar a Rico y Beñat, que actuó en los últimos quince minutos, movió el esférico con criterio, ejecutó el balón parado con maestría, y metió un par de pases entre líneas propias de un arquitecto. La zona ancha del Athletic es un lujo. Unai López, el futuro, se quedó en la grada y en el filial piden paso Eguaras y Aketxe. Casi nada.