Ernesto Valverde se destapó ante el Torino con algunas variantes tácticas a las que se resistía en entregas anteriores. Arrancó con un falso 9, ocupado por Iker Muniain, a más puro estilo de Messi en el Barça o Cesc Fabregas en la selección española, para intentar hincar el diente a la defensa de tres centrales del equipo turinés, para acabar el partido con tres zagueros atrás, con la incorporación de Gurpegi, que a la postre fue definitivo.
El Athletic arrancó con Williams y Viguera por las bandas y con Muniain por dentro como delantero centro 'mentiroso', una variente en el dibujo habitual que sorprendió a la prensa bilbaína y desorientó al técnico del Torino Ventura, que esperaba a uno de los reconvertidos en extremos como nueve más estático. Llegó el gol del canterano entre la rodilla y la tibia antes de que el equipo local empezara a carburar y entrar como cuchillos por banda. Los centros surtieron su efecto para el doblete del potente Maxi López. Pero Valverde reaccionó con un inquitante 2-1 permutando piezas. Gurpegi se sumó a Etxeita y Laporte para taponar el pasillo interior, Iraola y De Marcos de carrileros y Muniain más atrás, con libertad de movimientos. El balón parado con Beñat hizo el resto, más un Muniain que hizo diabluras en el tramo final forzando continuas faltas y desquiciando a un Torino. Hasta Kike Sola, desterrado, apareció felizmente en escena para echar un cable. Aduriz, pieza clave este curso, se quedó en Bilbao para cargar las pilas. Sus herederos tomaron el testigo.