Lezama siempre ha sido una auténtica fabrica de jugadores talentosos. En los últimos años existe el convencimiento de que Iñigo Vicente (1998) es el mayor talento que tiene la factoría rojiblanca a día de hoy. El de Derio viene mostrando su magia con el balón durante varias temporadas, asombrando a profesionales y aficionados del mundo del fútbol.
Aitor Larrazabal, Rafa Alkorta o Joseba Etxeberria han dejado claro que no han visto a nadie con semejantes capacidades técnica, de imaginación y magia. Aunque no todo es perfecto, puesto que a Vicente todavía le queda mucho trabajo por delante para asentarse en el Athletic Club.
Ingresó en Lezama a los 10 años y fue dado de baja en 2012, marchándose al Danok Bat. El Athletic no dudó en recuperarle cuando se enteró del interés del Real Madrid en el chico. Ha sido necesario el trabajo de mucha gente para hacerle entender que el fútbol no es solo atacar o acciones técnicamente deslumbrantes, sino que también hay que defender y llevar a cabo las tareas más grises.
Iñigo Vicente captó el mensaje y ha ido trabajando para ser mejor, aunque todavía le queda camino por recorrer. Tuvo que jugar durante un tiempo de extremo para aprender a seguir al lateral de su banda, además de para aprender a centrar con su pierna mala. Le costaba asimilar los errores, siendo excesivamente duro consigo mismo cuando las cosas no le salían bien. Poco a poco ha logrado asimilar mejor sus fallos y se implica en las tareas que menos le gusta como el que más, sin perder ni un ápice de su magia.
Pero su amor por este deporte no acaba cuando sale de entrenar. Es habitual verle en muchos campos vizcaínos, puesto que ve bastantes partidos. Tanto le gusta el balompié que hasta actúa como entrenador en las categorías inferiores del Derio.
En la actualidad se muestra convencido de que esta pretemporada le servirá para asentarse de manera definitiva en el primer equipo, un lugar perfecto para terminar de demostrar porque está considerado como la perla de Lezama.
Es una pena que sigamos con el convencimiento que para muchos entrenadores, un jugador tenga una magia especial pero el problema que tiene es que no sufre y no trabaja bien.Hay Dios mío en el fútbol está todo inventado y en un partido Vicente atrae hasta tres jugadores pendientes de el.Haber cuando nos damos cuenta que el fútbol no es un tablero de ajedrez y parece ser que algunos entrenadores no se han dado cuenta.Chicos estamos en el siglo 21.