Lo que me propongo narrar no es un cuento. Es una realidad desempolvada y extraída de los rincones de mi memoria. Quizá no recuerde lo que hice anteayer, pero tengo frescas las escenas de aquellos infantiles y dorados años 50. Los chavales de las calles Luis Briñas y Felipe Serrate mirábamos de frente y de costado la sobria e imponente estampa del campo de San Mamés.
Por ello teníamos siempre en nuestro disparadero las caras y los nombres de los futbolistas del Athletic Club, nuestros héroes, al margen de algunos otros como los surgidos de la radio (Diego Valor, aventuras interplanetarias, con patrocinio de Cola-Cao, un serial que arrancaba con el estribillo de ‘Yo soy aquel negrito del África tropical…’) o de los tebeos (El Espadachín Enmascarado, por poner solo un ejemplo).
Nuestro juego favorito en la calle era el fútbol. Se chutaban balones –parecía que teníamos uno pegado al pie- aunque también viejas latas de sardinas e incluso piedras. Por eso las punteras de nuestros zapatos tenían ‘las mordidas’ de los golpeos. ¡Bendita fiebre! Vivir junto a San Mamés, para unos diablos del fútbol, tenía sus ventajas. Frente al número 5 de la calle Luis Briñas había una amplia puerta por la que entraban camiones con material para obras en el graderío o para atender el césped del campo. Esa era nuestra entrada a la ‘catedral’.
A veces para jugar al esconderite entre las decenas y decenas de vigas de hierro y cemento, que eran los ‘pies’ de la entonces enorme grada de general. En la semioscuridad intentábamos descubrir a los agazapados tras las columnas. Pero la salsa estaba en la superficie, en el graderío tras la portería que daba a la zona de la Santa y Real Casa de Misericordia.
Como por aquel entonces no se estilaba instalar las redes en los entrenamientos, las porterías estaban desnudas y los balones a gol, como los lanzados fuera de los tres palos, se iban al graderío, y allí estábamos nosotros para devolverlos a sus legítimos ‘propietarios’, caso de Venancio, Panizo o de cualquiera otro que llevara la camisola rayada en rojo y blanco.
Era como estar en el paraíso y podíamos tirarnos todo el día en la contemplación de sus chuts, de los vuelos del balón y de las acciones de recogida y devolución de las pelotas. Cierto día se complicó la cosa. Aparecieron los chavales llegados de Olabeaga y tuvimos competencia en el faenaje de los balones.
Todos contra todos nos lanzamos a por los balones, la trifulca fue buena y, mientras se producía, al grandísimo ‘Piru’ Gainza, con los brazos cruzados, tan inactivo como los porteros a turnos en los lanzamientos Carmelo y Lezama, le prendió la llama del cabreo. “Pero, ¡qué hacéis, chavales!”. Su voz fue como un trueno antes de la descarga de lluvia. Los cinco balones que había chutado eran objeto de disputa y ninguno quería soltarlo. Cuando ‘Piru’ amenazó con ir en persona a buscarlos, los balones ‘llovieron’ sobre el césped.
Apaciguadas las ‘fieras’ cada uno salió del campo camino de sus casas. Se
acercaba la hora del plato de alubias o lentejas sobre la mesa. Un episodio
fortuito cambió el panorama futbolero en nuestras calles. Un señor, algo
encogido, tempranamente envejecido, recorría a menudo las aceras de Luis
Briñas a mediodía.
Era un trabajador de Astilleros Euskalduna desahuciado por enfermedad que intuyó nuestra fiebre rojiblanca y nos propuso crear un equipo. ¿Cómo le llamaremos?. Se le ocurrió que Unión, porque era la unión de niños de Briñas con Serrate y, como en aquel 1954, a numerosas formaciones futbolísticas se les apostillaba ‘club’; pues, Unión Club. Poco tiempo después debió de fallecer, porque no le vimos más.
Nunca tuvimos un equipaje que no fueran camisas o jerseys y pantalones
comprados por nuestras amatxus, pero campos sin porterías, cuatro, porque
se levantaban en cualquier espacio apilando libros o las carteras colegiales
a modo de porterías. Y cuando venía en bicicleta un policía –entonces
conocido por ‘el chiva’- se hacía un receso en el partido y cuando el ciclista
policial dobla la esquina, se reanudaba el encuentro. Entonces había mucho
‘street football’, fútbol callejero. Barrios y calles tenían su equipo.
Como un sencillo y cálido homenaje me permito recordar la alineación de postín
de un equipo que llegó a jugar más de 100 partidos y que festejó el
centenario de sus ‘matches’ con un jariguay de 25 céntimos y una gilda de
0,50 en el Bar Estadio, hoy en día todavía plantado en el chaflán de las
calles Licenciado Poza con Briñas.
Estos son los 11 chavales-héroes del Unión Club según el esquema clásico de la época (1-3-2-5): Fernando Intxaurbe; Fernando Mola, Julio Gilsanz, Ernesto Díaz; Manu Lauzirika, Ángel María ‘Txule’ Villar (futbolista del Athletic, internacional, presidente de la RFEF y directivo UEFA Y FIFA); Fito ‘Nego’ Ruiz, José Luis Itxaso, Gabi Alonso, Fernan Alonso y Félix Iriarte. Tres de ellos ya no están con nosotros, pero sí en nuestro imperecedero recuerdo.
(*) Ernesto Díaz, 55 años en el ejercicio del Periodismo deportivo
Soy Jose Luis Itxaso ,me ha hecho mucha ilusion leer este articulo aunque no me acuerdo de todos,si de algunos como "txule" y por supuesto de ti Ernesto que tambien te nombro en el articulo que escribi para el libro "historias de San Mames" por el que me dieron como ganador,junto a otros cuantos aficionados mas,y nos hicieron unos regalos muy bonitos por parte del Athletic.Yo naci en el nº3 de Felipe Serrate,casa de los maestros de la Misericordia,y tengo muy buenos recuerdos de aquellos años que muchas veces les he contado a mis hijos y mis amigos. Un saludo para todos.
Fernan Intxaurbe, además de mi vecino y amigo en mil historias, fue un muy buen portero y mejor persona. Un auténtico honor haberle conocido, tratado y que me hubiera hecho partícipe de su amistad. Gora Unión Club !!! . Ernesto Díaz
Soy el hijo mayor de Fernando Intxaurbe, mi aita nos conto un millon de veces las aventuras y desventuras del Union Club, sus golazos, sus carreras y las vueltas corriendo a san mames para coger "fondo" que os hacia dar "txule"...en el nombre de mi ama, de mi hermano Gaizka y en el mio, darle las gracias por habernos hecho recordar a un aita inolvidable y una de sus mas queridas historias. Mila esker!!!