En su segunda temporada al frente del Athletic Club, a Joaquín Caparrós le tocó aceptar la orden que viajaba en la voz de su amo: “Aritz Aduriz no es un futbolista “estratégico” en el Athletic”. Como en ese “skecht” de “Vaya Semanita”, en el que el que se expresa dice lo contrario de lo que piensa, pongámosle un intérprete con auriculares al interrogado. ¡Atención!: esta es la traducción de las extrañas palabras del presidente Fernando García Macua: “¡Qué “de cine” nos van a venir los 6 millones del RCD Mallorca para tapar el pufo de Iban Zubiaurre que nos dejó Fernando Lamikiz”.
Si alguna vez tuve alguna duda acerca de la valía de Aritz, el roble que echó raíces en Lezama, me las disipó el donostiarra en un partido de “Play Off” Burgos-Bilbao Athletic (0-1) que presencié en directo en el histórico campo de El Plantío.
Ernesto Valverde entrenaba a los cachorros, en los que Aduriz ya era un tronco
fuerte que se clavaba en la media luna del área enemiga; de flexibles ramas que se doblaban hacia las bandas; con ricos frutos en forma de goles, pases mortales, dejadas de cara, apoyos y desmarques a raudales.
Considerando que Aduriz es león desde la melena hasta la cola, le tocó sufrir en propias carnes la teoría refranera del profeta y la tierra: tuvo que emigrar. En el exilio estaba cuando Javier Clemente, luego de comprobar que además de predicar, daba trigo, se lo trajo previo pago de tres millones de Pucela, donde impartía clases de delantero en el Real Valladolid.
Y aquí, en San Mamés, relegando a Fernando Llorente al banquillo, dejándose el alma en cada lance, y con el granito de arena de seis bacalaos en quince partidos, ayudó al equipo a bajarlo de la pira donde estaban a punto de arder más de cien años de historia.
Salvos, aunque con el corazón encogido, superamos el bienio negro por tan sólo una cabeza... Y en eso que vino Joaquín. O, lo que es lo mismo, “Llegó el comandante y mandó a parar” al miedo y al sufrimiento. Pero en el lote estaba escrito que con él se acababa la diversión... para los jugadores, la afición... y el bueno de Aduriz, que no le duró al sevillano más de un asalto: en efecto, a la segunda, la “vendida”.
Andaba el Club –llámese Macua- intentando paliar las dañinas consecuencias del chanchullo de Zubiaurre cuando, para no desvirtuar la filosofía de una Entidad que dice que no vende, desvirtuó el factor humano con un argumento impropio, por ofensivo e injusto, o muy apropiado, para seguir con el humor de “¡Vaya Semanita!”.
El presidente, volviéndose a la grada, que murmuraba su descontento, le soltó una charlotada: “Vendemos al futbolista porque no es “estratégico”. Explicación del siguiente modo traducida por nuestro intérprete de cabecera: “Como necesitamos varilla fresca, hemos vendido al jugador más deseado y rentable en el mercado: ¡vaya joya que se lleva Manzano!... Que desde Mallorca musita: “Mejor roble de Donostia que “Pera” de Rincón de Soto.
Luego de dos temporadas de bermellón, con el premio de una Europa fallida, a las puertas de un Valencia CF-Athletic, en el que, sobre el tablero de Mestalla, Aduriz ejerce de rey custodiado por un peón o “soldado”, Joaquín Caparrós, demostrando poca habilidad, se vuelve a convertir en esclavo de sus palabras al referirse al que un día le tuviera como “Zorro” que cazaba bacalaos.
“Ha evolucionado desde que no está en el Athletic” –o sea conmigo- declara con torpeza el utrerano. Lo que el traductor de ¡Vaya Semanita! que nos ha echado una mano en esta crónica interpreta de la siguiente guisa... “¡Hay que ver las tonterías que le obligan a decir a uno para intentar justificar una venta demencial y vergonzosa!”. Pues eso. Digno de ¡Vaya Semanita!
P.D. En la sala de prensa de Mestalla, Jose Iragorri le lanzó a Caparrós el dardo de su palabra: “Joaquín, otro gol de Aritz Aduriz...”. A lo que el andaluz le confesó: “Nos alegramos”. O sea: “Niño, deja ya de joder con la pregunta. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca”.