"Tenemos un gran equipo", se cantaba antaño en la 'General' de la Catedral. "Que todo lo toma a chufla / y el otro día en San Mamés / se puso a bailar la rumba". Danza como anticipo del tanto de una goleada. Qué lejos quedan aquellos cinco que se le metieron al Getafe. O los 4 marcados al Cádiz CF en su 'tacita de plaza'. Dos victorias más. Ambas, por la mínima. El [2-1] frente al Granada CF. Y ese [0-1] ante el Sevilla. Triunfo de prestigio.
El último de los cuatro que el Athletic Club ha cosechado desde que Marcelino García Toral tomó el mando de la 'gabarra' rojiblanca. Cuatro triunfos. Tan sólo cuatro. El técnico del Athletic recuerda que "tan solo hemos perdido en tres ocasiones" en LaLiga Santander. Pero se enerva al ser consciente de que "llevamos diez empates". Una barbaridad. El último, ante el CA Osasuna. Quizás el más doloroso de la decena.
De dolor se habla. De rabia. De desesperanza. De hastío. Por una costumbre tan fea. De vicio se podría hablar. 'Droga' dura. De un Athletic 'enganchado' a las igualadas. Toxicomanía. La gente está harta. Le gustaría acercarse a los leones con el fin de ayudarlos en su 'desescalada'. Pero no puede. La afición tiene 'lo suyo'. Disgusto tras disgusto va.
Hay quien dejó de ver los partidos tras la debacle de las finales. Y los que, a pesar del 'síndrome de los empates estúpidos', seguimos al pie del cañón corremos el riesgo de convertirnos en réplicas del 'pelele' manteado que pintara Goya. Tomadura de 'palo'. El enésimo. Convendría saber, eso sí, quién o qué nos está tomando el pelo hasta llegar al abuso.
Tal vez sea el mismo que la vida de Truman la convirtió en un show. El que diseña los partidos del equipo de Marcelino. Guión previamente escrito. Que convierte a los leones en marionetas a su antojo. Hilos en los hombros de Berenguer. Maniobra orquestada a su izquierda. Conexión con Villalibre. Taconazo de lujo, coz de león, para que Morcillo se beneficie de una 'libertad consentida'. 57' segundos. 17 dígitos más que aquellos 40 metros que Unai López recorrió antes de derrumbarse a las puertas de su propia área.
Golazo. Marcelino habría de ensalzarlo hasta el extremo. No exageraba. Maisu lana. Orfebrería de lujo en la 'capilla' de Sergio Herrera. ¿Y ahora, que hacemos? Con miedo me preguntaba. "¡Hagámoslo otra vez!". Imperativo. Burlón. Ese 'caos idiota' que dirige los destinos del Athletic. Guionista malicioso.
Todo el partido por delante. ¿Qué hacer? ¿Tú lo sabes? Sí. Temer. Los partidos del Athletic tienen truco. Imposible enlazar dos triunfos consecutivos. Se trataba de estar al acecho. No perder de vista la portería de Unai Simón. Osasuna, ya no estés triste, que el empate llegará. ¿Triste un equipo tan 'saludable'?
Brasanac es serbio. Va a marcar y aún no lo sabe. Porque para que su remate mortal se produzca se necesita que el Athletic aporte su desesperante generosidad. La 'insoportable levedad' reinante en la banda derecha. Donde nadie pisa hierba. Donde todos los llamados a obstaculizar 'flotan'. Rivales sin oposición, centro cómodo.
Buscaba la pelota el primer palo. El que tapaba Unai Simón. Lo abandonó. Salió 'a por uvas'. Otra vez 'con el molde'. Se giró el arquero de Murgia para ver cómo el inocente cabezazo de Darko Brasanac se colaba por el estrecho espacio que en su alocada salida había dejado vacío. "Dame hueco", que diría José Mota.
La mitad del trabajo ya estaba hecho. Pasaría el tiempo. Siempre pasa. De hecho, jamás se detiene aunque a eso de irse a la caseta se le llame 'descanso'. Un primer acto en el que Osasuna 'manejaba' y el Athletic se fundía en la indeterminación. Los leones saben ir. Les gusta. Se sienten cómodos. Sufren en los retrocesos y al ver su propia área cercada.
Pausa, Poso, Peso. Tres grandes 'pes' de las que carecen. Tal vez tenga algo que ver el 1-4-4-2 inamovible que utiliza Marcelino. Ideal para transitar como con avaricia. Pero impedimento serio a la hora de contrastar propuestas con un rival que acumula jugadores por dentro.
Desde su banda derecha. Conduciendo hacia dentro. Su zurda delicada buscando el segundo palo. Atacó el balón Ohian Sancet con su privilegiado cuerpo. Apenas necesitó saltar para elevarse. Testarazo sutil. El Athletic [2-1], por delante. Su propuesta, reforzada. Así debería ser. Sin embargo, de seguido a convertirse en ganador virtual del 'juego', el equipo se empezó a desbaratar.
"No pausa, No poso, No peso". Lo que Marcelino García Toral lleva intentando inculcar en los suyos sin conseguirlo. Costumbre. Vicio. Un Athletic 'enganchado' a los empates. Debería ser su entrenador el encargado de aplicar terapia para la cura. Pero no lo es. Cuando el 'profeta habla' reconoce estar también contaminado. Ser parte del problema.
"Concedemos". "Borrón tan grande". En el 88'. Una cándida disputa en la medular. Un pase largo y sin oposición. Un balón que se tragan los centrales con anzuelo y todo. Centro cómodo desde el costado izquierdo. Cabezazo 'a huevo' del croata Budimir.
A pesar del abuso, del vicio, de lo 'enganchado' que está este Athletic a 'mendigar' empates que le son concedidos, este cronista no puede evitar sentirse abatido cuando lo 'profetizado' se produce. "No sabemos jugar esos minutos". Se lamenta Marcelino. Si con el balón en los pies, no, tal vez convenga revisar la primera de las dos finales perdidas.
Tras el gol de la Real Sociedad, una falta aquí, otra ahí, la tercera allá. Realistas que se desploman como jinetes cayendo en el 'Aintree Gran National' de Liverpool. Cuerpos retorciéndose en el piso. Manos a los ojos como escondiendo llanto. Futbolistas que, uno a uno, se derrumban mientras agitan los brazos reclamando auxilio.
Extenuados, los realistas, porque el resultado les sonreía. Cuando el fin justifica los medios. "Si vis pacem, para bellum". O sea, si quieres amarrar la victoria, pon en práctica "el otro fútbol". A mí, Marcelino, no se me ocurre otra. Créeme.