No me dan pena los porteros vencidos

Acabada la 'batalla de Anoeta', Iñaki Williams e Iker Muniain se acercaron a Remiro para consolarlo con palabras de vida y arrumacos de 'amigos para siempre'. Al cronista lo llevaban los demonios. Y es que, gracias a un 'robado' de las cámaras, se le pudo ver cómo celebraba la expulsión de Iñigo Martínez.

Parecía que, por momentos, enloquecía. Como si su equipo hubiera marcado el gol de la victoria en el último suspiro. Como si le hubiera derrotado a Usain Bolt en un 'mitin' sobre el tartán de los 100 metros lisos que atesoraba Anoeta.

Siendo incapaz de comprender un festejo tan antinatural, el cronista se inclina a pensar que este hombre salió del Athletic Club con un daño tan tremendo que lo somatizó de manera muy severa. Que sean los especialistas, pues, los que estudien este caso. Porque al que escribe se le escapa.

Cuando [91'] Muniain colocó con mimo la pelota sobre el verde, el cronista tuvo un pálpito. Había asumido la derrota, tan cruel como injusta. La Real Sociedad, ¡esta Real!, cuando le conviene, gestiona el 'no partido' como nadie. De ahí que cometer falta al borde del área no entrara en los planes de Alguacil.

Ni en la mermada esperanza del cronista. Algo bueno tenía que suceder. Según su testimonio, la intención del 'pequeño capitán' era golpear duro y seco con dirección al lío montado dentro del área. Se le cerró el golpeo. ¡Bendito error de cálculo!

Era el momento estelar de Alex Remiro, y nadie lo sabía. Ni siquiera el portero de Cascante. Criado, enseñado, educado en Lezama, de donde partió envuelto en papel de regalo sellado con un lazo. Destilaba rabia, rencor, incluso odio.

Cuando sacó los puños y la pelota, silbando, salió escupida hacia la red, el portero de la Real Sociedad le dio inicio a ese camino que va desde la soberbia hasta la humildad y el agradecimiento al equipo que le formó como arquero de alto nivel.

Quizás al formador que lo educó en Lezama se le escapó algo que a Remiro se le sigue escapando. O será que fichar por la Real Sociedad alumbra los 'deberes' de "odiarás al Athletic como a ningún otro equipo del mundo".

Cuando todo se vio. Cuando casi todo ha sido dicho...

Cuando el cronista se dio cuenta a las primeras de cambio de que este Athletic no era el de la Cartuja. Se le subió a las barbas del líder de LaLiga Santander. Y en ellas se instaló buscando el mejor acomodo. Mojada y remojada  por la lluvia de Donostia, el Athletic y sus hábiles manos para pelarle la barba a su enemigo. Si Dalila, su melena a Sansón, el Athletic, los pelos de la cara a este equipo que se siente realizado viendo en el Athletic a su enemigo más odiado.

Ya sin barba, los leones empezaron a ser más que este once realista dominado por la 'estrangería', vocablo que el cronista se inventa para honor y gloria de Zubieta y su prolífica 'cantera'. Orgulloso de este Athletic. Orgulloso, en el campo. Porque fuera de él, rabiando por las declaraciones de Marcelino, Muniain y Dani García.

Empecemos por Munuera. Juan Martinez Munuera...

Policía local en excedencia en la alicantina Finestrat. Juez y parte. 'Partidario' de los modos que los futbolistas de la Real utilizaban. Imanol quiere que los suyos 'naden' cuando se debe, y sepan 'guardar la ropa' para que nadie les 'levante' el partido. Que el rival no juegue, sobretodo. Lo ha ido aprendiendo. Es crucial para sacar adelante los partidos.

Así, centrémonos, cuando el Athletic progresaba en transición, en especial cuando salía en contraataque, faltas de todos los colores. Viendo que Martínez Munuera se mostraba permisivo, Merino, en un intento de saber qué altura alcanzaba el listón arbitral, decidió cebarse con Sancet. Se le iba Ohian. De primeras, lo agarró.

No era suficiente. Decidió, entonces, darle una patada escandalosa. Una agresión alevosa que el arbitro saldó con una sonrojante tarjeta amarilla.

Era el botón de muestra más concluyente para entender ese 'otro fútbol' que la Real Sociedad se ve 'obligada' a practicar para sacar adelante los partidos que la han colocado al frente de la tabla. Mikel Merino, todo sea dicho, es tan virtuoso futbolista como sucio deportista.

Malas artes en el verde. Un árbitro que las consiente. Una afición que al cronista le da miedo. "Lanzamiento de objetos al campo", se estilaba en las actas arbitrales de entonces. Cuestionado sobre el 'llenazo' y el ambiente, Marcelino alabó la gran celebración de la fiesta del fútbol. Refiriéndose a la labor arbitral, las declaraciones de Dani García le indignaron a un cronista que se esperaba de todo menos lo que el de Zumarraga confesó: "Ha sabido llevar bien el partido".

A contracorriente. Como si fuera un familiar del trencilla. Habría de ser Iker Muniain el que, cercado, acorralado, censurado por el 'Gure Estiloa', se despidiera con unas palabras hirientes.

Se le preguntó acerca del lanzamiento de objetos  [incluidas botellas] a la zona del córner a la que él y Berenguer se acercaban para ejecutar la estrategia. "Hay que entender a la gente. Después de tanto tiempo, tenía muchas ganas de ver fútbol en su campo. Hay mucha pasión. Restarle importancia, sin más". A la "salsilla" del fútbol se refirió el de la Txantrea. Siempre que "no se provoque ningún incidente".

Y remató con un "lógicamente, hay que portarse bien". "Salsilla del fútbol", "pasión de los aficionados".

Si arrojar botellas al terreno de juego es una manera más de exteriorizar el amor a este juego tan hermoso, el cronista entiende que Iker Muniain utilizó la limpia ironía para dar fe de un comportamiento muy sucio. Así en la grada, por la afición 'txuriurdin', como en el verde, donde, encabezados por Mikel Merino, la Real dio 'estopa' ante la mirada compasiva de Martínez Munuera. Y fue así que el miedo inicial del cronista se convirtió en una sensación de placidez al final de la partida.

EPÍLOGO

No me dan pena los porteros vencidos. Y cuando van a darme pena, pienso en su alocada celebración festejando la expulsión de un futbolista. Pienso. Pienso, también, vamos a ver. Pienso... "me voy a la cama; tengo sueño". No. No me dan pena los porteros vencidos.