Los cronistas también se lesionan. Es el caso. Un mes largo sin acudir a San Mamés. Prescripción facultativa. Hasta que, una vez ingresado en la cuenta del Club de Ibaigane mi cuota anual de socio, activé el carnet a fin de estar presente en el 'juego de los cuartos'. Tras el 'arroz del FC Barcelona', taza y media con la visita del Real Madrid a la Catedral. El actual líder de LaLiga Santander. Con el equipo merengue se había medido el Athletic tres veces en lo que va de temporada. Escaldados habían salido los leones de los tres envites. Algo había que cambiar. Era la hora de Marcelino.
Al llegar a la localidad, le hice saber a mi compañero que "quiero un partido largo". Que no pasen grandes cosas. Y, sobre todo, que el Real Madrid no se apodere de la eliminatoria con el fulgor de dos goles en los primeros minutos. Mi deseo cobró vida al advertir en el verde el planteamiento impecable de Marcelino García Toral. Tácticamente, delicioso. Ejecutado por un once hasta la linde de la perfección. La imagen del Athletic transmitía calma. Sosiego. Lo que el cronista necesitaba.
"No estoy para disgustos; después de mi largo viaje necesito una alegría que me devuelva la paz; no contemplo otro desenlace que no sea la victoria". "Partido largo", insistí. Que el empate a cero goles se prolongara hasta los límites sospechados. Pero que no haya tanda de penaltis. Ni siquiera, prórroga. Un gol en las postrimerías que no encontrara réplica en el rival.
Tras apear al Barcelona, Marcelino confesó que "no olvidaré jamás esta noche mágica que he vivido en San Mamés". Quedaba cera, sin embargo. Mucha cera por arder.
El grueso cirio que cobró llama cuando Athletic y Real Madrid empezaron a enseñar sus cartas. Eran cuartos de final. Un 'clásico' insertado en la Copa. Y sin embargo, San Mamés, como expectante. Cuando el Athletic no las tiene todas consigo. Lo inquietante de la derrota. La esperanza, la ilusión desmedida por tumbar al gigante 'europeo'. Prudencia. Cerrada la puerta para que la euforia no habitara la Catedral.
Por mi parte, todo a pedir de boca. No pasaban muchas cosas. O pocas pasaban, que no es lo mismo pero es igual. Pasaba el tiempo, pasaba. Sin goles. Partido largo. Muy largo. El plan ideado por Marcelino. Los futbolistas, más aplicados que nunca. Athletic vs Real Madrid. "Noches como esta".
Un portero que sólo habría de intervenir en las postrimerías. Dos laterales muy pulcros. La pareja de centrales, ¡qué escándalo, por favor! Vesga, llamado para la gloria. Un Dani García 'distinto'. Excelso. Progresando en vertical. Animado. Atrevido hasta el punto de armar su pierna derecha con la promesa del gol. Sus ricas prestaciones frente al discreto encanto de tantos y tantos partidos. Muniain, ejerciendo de sí mismo. La generosidad en el esfuerzo de Iñaki Williams. Rulo, en fin, disfrutando de la pelota.
Partido largo era el deseo. Cumplido. Y cuando la prórroga se ofrecía como exceso, surgió la astucia y la calidad. La primera, de Mikel Vesga, al interceptar un pase corto de la defensa que buscaba transición. Por fin. Ya era hora. El que suele ser atracado se convirtió en 'ladrón'. Rondando él área blanca por su flanco derecho. "Tómala, Alex", le dijo al navarro con un gesto en corto.
Y fue así como Berenguer, controlando con su pie derecho, luego de orientar la pelota a su pierna izquierda, con el empeine interior, cabeza gacha por tener la portería interiorizada, le regaló a San Mamés un disparo delicioso. Media altura. Muy ajustado al palo. Tanto que Courtois no pudo atajar a pesar de su exagerado físico.
Corría el 89'. Fue entonces cuando la Catedral se convirtió en el universo consecuencia de la terrible explosión de un 'big bang' que permanecía a la espera de que la largura del partido se hubiera consumado.
Ni un cántico. Ni una bufanda al viento. Ni un gesto físico que conllevara esfuerzo. Tras su larga estancia, allá, donde Finisterre y la torre de Hércules, el cronista había regresado con la condición de que el Athletic le regalara la victoria. Acabado el cupo de noches inolvidables, Marcelino se decantó por la recogida de la cosecha luego de un trabajo bien hecho; impecable.
Misión cumplida. Esperando la llegada del Valencia a San Mamés, y después de su visita a los Infiernos, allá donde un día se estableciera el fin del mundo, me invade la calma. Sensación que se extiende a un Athletic en expansión. Un equipo que, empujado por la afición, ha sido capaz de apear del torneo a dos trasatlánticos. ¿Preparamos la Gabarra?
Tenemos que olvidarnos de gabarras y de chorradas. Aún no hemos ganado nada. Sólo seremos campeones si eliminamos al Valencia (que es un grano) y si en la posterior final ganamos. Si no, lo de siempre... presuntos favoritos que a la hora de la verdad se achican y no compiten.
Cuando el entrenador ha visto cual es nuestra idiosincrasia aprende que el no dirige al athletic que hay que dejarle, si el entrenador no interviene el athletic crece somos los nietos de nuestros antepasados y mantenemos nuestros valores y filosofía y al que no le guste que se haga del Madrid
La humildad es lo que nos debe de guiar, déjate de gabarras
Ya tuvo que salir la gabarra .. Dejaros de gabarras y de ostias!!! Haced un favor al Athletic, bocachanclas