Como aita que soy he visto pasar a mis hijos por la tesitura de afrontar ese último año de bachillerato en el que aprobar no es el objetivo final. Se trata de sacar nota, de salir del examen de selectividad habiendo cumplido con el requisito que exige la puerta de entrada para el futuro que cada uno se haya planteado. Vamos, la conocida como nota de corte. Es a partir de ahí cuando cualquier balance o análisis de lo trabajado adquiere relevancia y es por ese camino por el que quiero enfocar mi reflexión sobre la temporada que ha completado el Athletic Club.
No me voy a andar con rodeos. El Athletic ha sido un alumno aplicado, ha progresado de la mano de Marcelino, ha hecho algunos exámenes brillantes pero no ha cumplido el objetivo. Quería una cosa pero, al menos el próximo ejercicio, tendrá que dedicarse a otra. A la misma que las últimas cinco temporadas. ¿Ha aprobado? Sí. ¿Ha sabido a poco, a expectativa no cubierta? Para mí, también.
Nos hemos quedado, al menos yo, con la sensación de que el éxito no alcanzado no es consecuencia de la falta de capacidades.
Es más, si echamos mano del calendario de partidos y siendo bastante rigurosos, la cuenta entre lo que el equipo debió sumar porque se lo mereció con creces y lo que sumó sin merecerlo, señala que faltan no menos de diez puntos. En Bilbao también sabemos hacer estas cuentas.
Los tres del Bernabéu, dos ante el FC Barcelona en San Mamés, al menos uno frente al Sevilla en casa, seguramente Del Cerro Grande se llevó dos en La Cerámica, los cuatro que volaron ante el Valencia CF por dos empates que debieron ser claras victorias, qué decir de aquel empate visitando al RCD Espanyol que mereció una goleada de escándalo, el Getafe se llevó un empate milagroso de La Catedral…
A cambio, el Athletic pudo perder en Anoeta porque empató en el descuento en inferioridad numérica, tuvo suerte para mantener su triunfo en Cádiz y poco más se ha llevado a la boca que pueda sonar a poco merecido. Lo dicho, al menos diez puntos en el debe.
Esto que puede parecer muy simplista sólo persigue reflejar que, aunque no se ha alcanzado el objetivo europeo, empeño y mejoría evidente respecto a la temporada pasada sí que ha habido. Dicho queda que volver a disputar una final de la Supercopa y otra semifinal de Copa del Rey tras eliminar con partidos espectaculares a Real Madrid y Barcelona dan lustre a una temporada.
Pero ya metidos en harina y puestos a hacer balance, sería injusto obviar otros parámetros. Cuando se falla en todos y cada uno de los partidos en los que puedes dar el salto, cuando llegan esas citas de todo o nada con resultados que todos conocemos y cuando pegas el petardazo contra rivales de la parte baja o bajísima de la tabla, eso explica muchas cosas para entender la nota final.
Nada más lejos de mi intención que hacer leña del árbol caído, porque me alineo sin tapujos entre los que piensan que a este Athletic le hubiera venido muy bien al menos otro año de Marcelino.
Si un equipo tropieza siempre en la misma piedra y la tendencia no tiene fin, el entrenador no se puede ir de rositas. Si Marcelino ha aludido siempre a la derrota ante el Cádiz CF en San Mamés como uno de esos partidos infames que impidieron el primer intento de salto adelante en la clasificación, no se puede olvidar que aquel día puso a siete jugadores suplentes juntos por primera vez en el once inicial.
Y si a todo eso le sumas la gestión del caso Ander Capa, cuya explicación desde un prisma deportivo no tiene fácil digestión, entonces igual hay que convenir en que el famoso balance de fin de temporada también debe admitir matices para la autocrítica.
Mi última reflexión no pretende volver a descubrir América. No conozco equipo de alto nivel sin mediocentro de garantías ni delantero centro con olfato. Y este Athletic (bien que lo hubiera agradecido Marcelino) no tiene ni uno ni otro.
Todos intuimos que con un Pablo Orbaiz y un Aritz Aduriz, por aludir a esos puestos, el Athletic este año hubiera acechado o pisado territorio UEFA Champions League. Ojalá el resultado de las elecciones nos traiga valentía en la captación y algún que otro refuerzo, que falta hace. Lo digo por esa maldita nota de corte.
· Por Ramón Hernández Arostegui, periodista de RNE
Sois muy muy malos,fitxar solo bizkainos paquetes.
Jon uriarte, beste ikuspuntutik bai
Jon uriarte, gure etorkizuna