Me están preocupando un poco estas elecciones a la presidencia del Athletic Club, y no porque quienes salgan elegidos vayan a ser malos presidentes o malas juntas directivas. Más allá de los gustos, intereses, filias y fobias de cada cual, estoy convencido que las tres candidaturas están configuradas por personas perfectamente formadas a nivel académico, a nivel profesional y a nivel vital.
Por lo que gane quien gane no creo que el club vaya a estar en malas manos. A partir de este viernes 24 de junio ya entra en juego todo lo que tiene de subjetivo el que alguien te guste más o te guste menos.
El miedo al futuro me lo origina el ver cómo se está llevando la campaña y no precisamente por los aspirantes al sillón de Ibaigane, sino por todo ese entorno que día a día se está mostrando muy cainita. Un miedo a la actitud y respuesta en los próximos cuatro años, de parte de los socios y seguidores de los dos sectores que hayan perdido.
¿Y por qué tengo esos temores? Los tengo porque a nada que te des una vuelta por los txokos, bares, y pueblos se detecta bastante crispación hacia el rival.
Y luego están las redes sociales, ese contenedor que para muchos se ha convertido en su alter ego para desde el cobarde anonimato llenar la red de basuras, mentiras, odios, fakes y otras cuestiones poco recomendables. Con todo ello, se comprueba que no será una legislatura dulce y tranquila porque hay muchas personas dispuestas a no asumir su derrota y hacer pasar un calvario a quien resulte ganador.
El hecho de contar con unas elecciones tan largas desde que se convocan hasta que se vota, pasando por los periodos de precampaña y campaña, tampoco ayuda a sosegar una situación muy crispada.
En lo que a la propia campaña hace referencia, más allá de proyectos deportivos o económicos, ha sido planteada por muchos cómo un duelo, una confrontación entre lo tradicional y lo moderno. Y creo que es un error porque lo bueno o malo para el Athletic no tiene que venir dado por el DNI.
Tiene que ver con un proyecto, con los planteamientos que mejoren y consoliden una apuesta económica y deportiva de presente y de futuro, con los nombres y profesionales llamados a plasmar todo eso. Lo demás no dejará de ser ruido y fuegos de artificio que no aportan nada.
Esa percepción de que hay que cambiar todo lo que ya existe. Ese volver a empezar cada mandato impide una progresión y una consolidación de cualquier trabajo previo. Seguro que por ejemplo en Lezama o en la Fundación Athletic se han venido haciendo cosas muy asumibles por los nuevos rectores rojiblancos.
Y no conviene olvidar que para un club como el Athletic, el tener a Lezama con la serenidad necesaria y el estar lejos de cualquier foco interesado, debería ser innegociable. Y en este punto no estaría de más recordar como los Iñaki Sáez, Manolo Delgado, Gonzalo Beitia o Nico Estéfano con un ambiente propicio lograron sacar a muchos y buenos jugadores.
A los candidatos únicamente les recordaría, porque saber lo saben los tres, que el fútbol no es una empresa al uso en el que tú ya tienes definidos una serie de componentes, parámetros y modelos de producción a utilizar para que el resultado final sea el ideal y el negocio funcione. Un club de fútbol no es una fábrica de tubos. Estamos ante una actividad que se basa en el sentimiento, las emociones, las frustraciones, las clasificaciones, ese punto de suerte que te mete o te saca de tu objetivo.
Y no conviene olvidar que las valoraciones y juicio final de cualquier argumento, planteamiento, proyecto, o iniciativa por muy buena que sea, por muy válida que sea la plancha que se presente o gane, al final va a depender de que la pelota entre o no entre. Existe un margen que no puedes controlar y que será el que determine el éxito o el fracaso de tu mandato. Tan simple y tan real.
· Por Rafa Arberas, Periodista de Radio Llodio-Onda Vasca
Respeto opiniones, pero para mi Uriarte no dala talla
Jon uriarte el mejor proyecto sin duda y en las mejores manos son los más competentes