Era la primera temporada de Diego Pablo Simeone al cargo de su particular 'Guardia Pretoriana'. Cuando el dirigente cobra más importancia que los dirigidos. En aquel ejercicio primigenio en el que el "partido a partido" comenzaba una ruta de largo recorrido. Aquella derrota liguera en el 'Manzanares' [2-0] fue un ensayo en toda regla de la Final de la UEFA Europa League que Athletic Club y Atlético de Madrid habrían de discutir en Bucarest. El [3-0] que el Atlético de Simeone le endosó al Athletic de Marcelo Bielsa fue un castigo cruel que reducía a la nada el recorrido de ensueño de un equipo soberbio que había conseguido detener el tiempo en la Europa 'futbolera'.
La verdad de aquel golpeo cruel estaba escrita en los 'periódicos de mañana'. En uno de ellos, Maradona se dejaba leer a los ojos de su compatriota: "Maestro, no todos los partidos se encaran igual; con el mismo sistema, y los mismos jugadores al servicio de una 'causa' que lo engloba todo".
El 'Pelusa' se despedía con una posdata doliente, como si él hubiera sido el derrotado: "De no saber cambiar en función de las exigencias del rival, te vas a cansar de perder finales".
El duelo de San Mamés [15-10-2022] ante los 'colchoneros' era el enésimo episodio de una serie que bien podría llamarse 'Jugar en partidos revueltos'. Porque cuando llega la hora de encarar al 'equipo de Simeone', conviene meditar profundamente en los días previos. "ONGI ETORRI GURASOEN ETXERA", rezaba la pancarta que protegía las cabezas de la 'grada de animación'.
Pero como lo cortés no quita lo valiente, desde lo eterno, Gabriel Aresti traía el agua al molino de San Mamés para refrescar la memoria de las generaciones del presente: "AITAREN ETXEA DEFENDITUKO DUT". Cuando aita es 'Athletic'; cuando etxea es 'Catedral'; cuando defender equivale a no permitir que 'el hombre inquietante', todo él vestido de negro, huya en grotesca carrera por el túnel de vestuarios con los tres puntos al abrigo de sus bolsillos perturbadores.
Y resultó que no. Como si la ausencia de Maradona hubiera ahogado el grito avisador de una 'derrotada anunciada'. Ante la 'bestia negra' que nos hurtara aquel Trofeo Europeo de Bucarest, Ernesto Valverde presentó el 'once tipo' que había aupado al Athletic hasta los puestos nobles de la tabla. Como si el Atlético fuera el Almería; como si Simeone fuera la viva imagen de 'Rubi', o sea, su duplicado.
Entre el 'ir' y 'volver' se encuentra el virtuosismo de 'permanecer'. Estar. Ocupar los grandes espacios del centro del campo y en ellos, manejando el cuero con el temple de los elegidos, sólido, rocoso, fiable Athletic, obligar al 'conmovedor', al que a los suyos 'enardece', enojado hombre de negro, dirigirse a su rival gritando: "¡Jugadores del Bilbao, dejen ya de joder con la pelota!".
Pero como el balón no tenía dueño, mantener su arco imbatido le saciaba a la espera del 'momento' por llegar. Jugadores justos de talento pero con un físico exagerado. Obedientes hasta el extremo. De esos que se dejan zarandear por el 'hombre alarmante'. Sumisos. Importa la idea preconcebida. Pensar está prohibido. Ir por libre, penado. Y fue así que la inercia dictó sentencia.
La disciplina de un grupo bien armado se impuso a la suma de las once voluntades. ¿Por qué perdió el Athletic? ¿Por qué, una vez más, profanó la Catedral el mismo hombre que nos 'robara' el sueño del 'National Arena' de Bucarest? ¡Para qué preguntar cuando Maradona ya no está presente!
• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista