No se ha lucido el cronista a la hora de escoger el título para su 'contra' del Athletic. Tan sólo ha tenido que recurrir a García Márquez y tomarle en préstamo la palabra 'muerte'. "Tras cada partido ganado sale un perdedor". Remitiéndonos a la ley de las probabilidades que se instauró luego de constatar que la estadística se había hecho un hueco en la guarida del FC Barcelona, quien más, quien menos, se había tatuado un '1' en la quiniela que dejó de sellar hace mucho tiempo por causa de la pereza.
Así como desde el inicio de la trama de la novela del Nobel colombiano era sabido que el 'turco' Santiago Nadar ya estaba muerto ["el día en que lo iban a matar"...], que el Athletic Club estaba condenado a perder no era sino la enésima lectura de su sentencia. Esa que se empezó a redactar hace 22 años, cuando, jugando en inferioridad, Santi Ezkerro se fue de todos hasta quedarse a solas con un portero al que debía ejecutar. Fantástica finalización la del león aleccionado por Jupp Heynckes; burda, la de un tal 'Guiu', que se aprovechó de que al doble turno de guardia de la defensa del Athletic le había vencido el sueño.
En lo que a mí respecta, habría renunciado al viaje, dándole los tres puntos al rival por incomparecencia. Pero como no es lícito, deseaba que la noche del domingo llegara, apurar el trámite y, tras la derrota, irme a la cama con la esperanza de que, tras la dormida, el sueño hubiera borrado hasta el más nimio vestigio de un partido al que el Athletic se había presentado con la marca negra de Caín pintada en la frente. Que llegue. Que se juegue. Que termine. Con derrota, sí, pero con la cuenta saldada.
Ya le dio Valverde a Hernández lo que el técnico de Terrassa reclamaba como suyo. Ya terminó el trámite, la función, la pamema, la pantomima. Les confieso que me siento mejor que en la previa de la jornada. Porque no hay un duelo que pasar ni pésames que recibir al saberse de antemano que la suerte estaba echada. Si acaso, ese remordimiento, esa inercia vital de intentar darle vueltas al por qué el Athletic se decantó por esa manera tan cruel de declararse perdedor.
Había muchas formas de sucumbir en la pelea. Y entre todas ellas, Ernesto Valverde, luego de concienzudos ensayos entre semana, optó por obsequiarle a la afición de su "equipo de referencia" con el regalo envenenado que supone haber bajado los brazos tras escenificar para DAZN la "derrota más hermosa del mundo".
Porque mira que hay maneras y maneras de perder. Un 5-1, por ejemplo, resultado del enésimo batacazo, o debacle, o ridícula disputa. Y no. Ni siquiera mejillas hinchadas, encías inflamadas, y esa sonrisa infantil de la niña que, tras salir del dentista, está disfrutando del pastel que le había sido prometido. Ya, ya, ya pasó todo. Menos para mí. Que le doy vueltas y vueltas a la cabeza sin llegar a entender por qué Ernesto Valverde había decidido que el Athletic habría de protagonizar una primera parte primorosa la misma noche en la que a su equipo lo iban a matar.
Esos caramelos en la boca. Ese fútbol tan dulce. Esos ramalazos. Esas oleadas perfectamente engarzadas que nos regalaban la vista y nos alegraban el corazón. Por qué, Ernesto, por qué. ¿Por qué entregarle lo más virtuoso al que, a la postre, habría de ser el verdugo que te acabaría matando? ¿Sabían tus jugadores que la suerte estaba echada? No es ético ilusionar al condenado. Conociendo, como conocías, que en lo alto de Montjuic la hoguera le estaba esperando a Giordano Bruno.
• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista
El culpable se llama Valverde, poner a Dani García y Lekue. Dos menos.Es un miedoso y triste, ademas de simpatizante del barca. Fuera del Athletic. Oigan la rueda de prensa después s del partido. Lamentable entrenador.