"Qué malo es el rival", cuando gana el Athletic Club... "Que deficientes somos", cuando los leones caen... "No encontrarían hueco en equipos de Segunda"... Y sin embargo, trece partidos ya, el Athletic se retira quinto camino del 'spa' donde reposan los leones. Fatigados, cómo no, luego de vaciarse en un partido anárquico, de locos, en el que la mente de los muchachos de Valverde se trastocó por tener que trabajar, de principio a fin, improvisando. Y eso cuesta. Y hasta duele.
Futbolistas en la arena del Coliseo. "Vinimos a jugar frente al Celta, no a luchar contra los elementos". No caían en la cuenta los leones de que "los futbolistas", que vestían de azul celeste, y "los elementos" alistados por Rafa Benítez para su causa, noble donde las haya, no eran sino el mismo rival con las letras cambiadas. Letra. Partitura. Este Celta, dirigido por un técnico de mucha altura, fue interpretando la banda sonora del partido con tanta clase que a mí mismo consiguió atraparme.
Para la admiración. Para la emoción. Para entender que un simple cambio de camisetas obraría el milagro de la regresión, bastaría para retroceder y establecernos en el partido más bello de la era Bielsa, plantémonos en Old Trafford para interpretar aquella obra que hizo enloquecer a todo el público que ocupaba asiento, sofá, y hasta butaca de lujo, en el Teatro de los Sueños. Aquel partido, sí; y este Celta que, de ser vasco, habría hecho enloquecer al sector más comedido de San Mamés.
El mejor equipo. La proposición más valiente y talentosa. Llama poderosamente la atención [también la de Ernesto Valverde] que un equipo que juega tan bien a fútbol esté en puestos de descenso tras acumular un parcial de una victoria, cuatro empates y ocho derrotas. "Qué es lo que falta que la aventura falta", se preguntan allá, en Vigo, Balaídos, donde el frío duele y la humedad cala hasta los huesos.
A tenor de lo visto en La Catedral, me 'apuntó' a los 'apuntes' que Valverde le 'fusiló' a la prensa a fin de que aprobáramos lo sencillo, escueto, corto y hasta la lacónico de su noticia: "Es inexplicable que un equipo como el Celta ocupe la posición en la que se halla". Allá donde reside el Athletic, sin embargo, la pluma, cargada con tinta china, era flecha dirigida a los corazones de Mikel Vesga, Vivian y Paredes. Como si a posta los tres. Como si se hubieran conchabado para 'joderle' la noche a una afición que sólo contemplaba la victoria.
Siempre que se busca entre la chatarrería que genera la batalla, se terminan encontrando vestigios personales que dejan en mal lugar al 'teniente' y 'su guardián', y al 'Celedón' de la 'Popu'. Señalar por señalar. "Ayer te quise y hoy te mataría de rabia". ¡Culpables! Ya está. Como si con tanto como eso se pretendiera ocultar lo que La Catedral albergó.
No sería justo. Porque los que amamos el fútbol, fútbol del bueno, ese que se esgrime sin tapujos, deberíamos rendir pleitesía al equipo que llegó a La Catedral para honrarla con su divina presencia.
No le había seguido al equipo de Vigo, lo confieso. Pero un equipo dirigido por Rafa Benítez, imposible que su propuesta no fuera vistosa, bonita, y hasta sublime. No me hablen de Vesga, ni de Vivian y Paredes. Porque recurrir a sus malas prestaciones para justificar los 'vaivenes' del partido conllevaría taparnos los ojos y así no elogiar el talento individual y colectivo del Celta. Un equipo que, a pesar de su delicada situación, se atrevió al toque, a la asociación, al regate, en fin, al virtuosismo.
Y todo ello ejecutado a tal velocidad que daba miedo. Pánico en las filas de un Athletic que, al ser rota su primera línea de presión, veía cómo los hombres de Benítez se plantaban ante Unai Simón con una facilidad pasmosa. Qué beben, qué comen, de qué se alimenta el ser humano que se viste de celeste. Cuán de diferentes son sus métodos a los de Lezama. Por qué Iago Aspas, a sus 36 años, en vez de correr, vuela.
Lo combinatorio, sí, pero qué me dicen de ese pase de setenta metros que llegó a confundir la pelota con un 'Dron'. Al son de la gaita le bailaba el Celta al Athletic. Un repaso en toda 'regla' y 'cartabón'. Regresar al patio del Colegio de La Salle y ver cómo, en el recreo, Sarabia se dedica a construir 'bicicletas' delante de mis ojos. ¡Qué tiempos!
Y sin embargo, luego de halagar el fastuoso juego del 'Celta de Benítez', en mis oídos aún retumba un grito feroz, alocado. El que de mi boca salió mientras apretaba los puños. Con tanta fuerza, que creí sentir como si todo el mundo cupiera en el grano de maíz que hacía mío. Esa cosa tan diminuta capaz de expandirse hasta lo infinito después de la "explosión de Dios".
Un código guardaba. Una encomienda. Escrita a mano con el remite del que 'en las alturas hilvana'. Nico Williams era el destinatario. "Crece, multiplícate". Y fue así como el pequeño de los Williams, "un día, un niño, un don" a bordo de su expedición, empezó a dirigir el vuelo del Athletic en su "cohete de ébano".
• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista