Recurrimos al "viejo trovador antiguo". Que Silvio Rodríguez aporte lo suyo a la Navidad del mundo, desde su universo asimilable a una cáscara de nuez flotando en el mar, es un regalo impagable que el ´mundo del Athletic Club´ debería valorar como se merece al servir de banda sonora, pieza final que se intensifica hasta acelerar los corazones de un San Mamés convertido en Catedral para culminar una misa equiparable a aquella a la que un rey descreído asistió por el hecho supremo de ser celebrada en París...
"El fin de año huele a compras / Enhorabuenas y postales / Con votos de ´RENOVACIÓN/ / Y yo que sé del otro mundo / Que pide vida en los estadios / Me voy a hacer una canción". A tu medida, Athletic. Te la voy a dar. Te la voy a dar, digo, y me retracto. Me retracto y afirmo que ya te la di, aunque no fuera consciente de que cuando te la daba te la estuviera dando.
"Mi canción no es del cielo, las estrellas, la luna, pero a ti te la entrego, que no tienes ninguna". Hablo de ti. A ti me refiero, Athletic. Unai Gómez Etxebarria naz, Bermeon jaoitako hogei urteko lehoia.
Le pregunté a mi compañero Asís Martín al respecto de lo que cotizaba en ´Bolsa´ el broche con el que Unai Gómez había rematado la lujosa vestimenta del Athletic. A la que salte. Que no sea cuestión de tiempo. Surja la chispa, póngase a trajinar el periodista. Tómese por bueno lo que bueno parece. No tentemos a la suerte, porque lo que hoy es ´algo´ que merece la pena pulir, mañana será una nada, un vacío en el que todo lo que haya cabido será papel mojado.
Memoria sin recuerdos, un Athletic vs UD Las Palmas del que rescatar las ´bonitas maneras´ de los canarios dirigidos, muy bien, por cierto, por el catalán García Pimienta, y la sabia paciencia de un Athletic que puso en valor, hasta el engrandecimiento, el aburrimiento que se deriva de llevar hasta el límite el ejercicio de una paciencia que chocaba con las ´faldas y a lo loco´ de la última ´peli´ que se había impresionado en la pantalla de San Mamés.
Como la visión privada del partido ya la había visto en una sala de la casa de unos amigos, todo lo que sucedía era un tal cual a la espera del estallido final solo comparable al sueño cumplido de experimentar que hay vida de seguido al último suspiro.
23 de diciembre de 1973. La UD Las Palmas de Carnevalli, Tonono, Castellanos, Gilberto, Páez y Pepe Juan se presenta en un San Mamés a cuya General de pie se le está poniendo el techo de una tribuna que colgará sobre las cabezas de tantos y tantos niños que entrábamos en el campo a las 15:30, una hora y media antes de que el partido diera comienzo. Se trataba de pillar la primera fila. Que no hubiera escudos humanos tapando la visión de los aficionados más pequeños.
San Mamés: tu nombre me sabe a hierba. UD Las Palmas: fútbol de lujo aterrizando en Bilbao para honrar con sus virtudes la Catedral. Toda la tralla de aquel partido que guardo en el cofre de mis tesoros se desató a mi izquierda, en una segunda parte de la que, años antes de celebrarse, ya tenía el recuerdo, del mismo modo que, cincuenta años después, presiento que aquel partido lo volveré a ver así que la vida me regale tiempo y lugar.
A las puertas de la navidad de 1973. Aquel partido cumplió la promesa de gravarse a fuego en la mirada de un niño. Txema Lasa, en el 62´. Germán, en el 82´ y de penalti, como si la historia actuara a sabiendas de un futuro en el que los canarios se habrían de quejar. Fidel Uriarte, en el 85´. Una segunda parte de locura con el saldo de los dos puntos de entonces.
En el gol de Lasa reside todo. En él, el meollo. La semejanza. O, acaso, ese querer enlazar cincuenta años de locura para sentir que el tiempo se detuvo cuando Lasa marcó a la espera de que, medio siglo después, Unai Gómez Etxebarria hiciera lo propio, detener las agujas del reloj a fin de que todos pudiéramos cantar... "El fin de año huele a compras, enhorabuenas y postales, con votos de renovación".
Entonces, en aquella tarde, a falta de un VAR que arrojara luz sobre la verdad, Lasa se sirvió de la mano para ´burlar´ a Carnevalli. Cincuenta años después, el Athletic, igual pero distinto, deja en la figura de un joven león de Bermeo el protagonismo del último acto del 125 aniversario. Incontenible. Furioso. Rotundo.
Luego de haber puesto patas arriba un encuentro en el que Vallés le escondía la pelota hasta al árbitro, todo el partido empezó a caber hasta que cupo en esos treinta segundos que fueron desde el robo de Jauregizar, a la ayuda de Berenguer; desde la conducción desatada de Unai Gómez hasta la entrega del balón a un Iñaki Williams que roturó la banda derecha hasta trazar un pase horizontal que le forzó al portero ´pio-pio´ a un rechazo que dejó la pelota flotando, a la espera, promesa de un gol que se habría de cumplir cuando Unai Gómez, que había iniciado la refriega, convirtió su cabeza en bala feroz al centro del combate.
Lasa. 23 de diciembre de 1973. Unai Gómez, 20 de diciembre de 2023. Athletic vs UD Las Palmas. Nadie juega dos veces el mismo partido. Aquel San Mamés y éste. La misma Catedral. Lasa, con la mano. Unai Gómez, con el alma convertida en testa. Testarazo. "El fin de año huele a compras, enhorabuenas y postales, con votos de renovación".
Renovar. Renovarse o morir. En ello está, poliki poliki, la directiva que preside el señor Jon Uriarte Uranga. La última vez vi a Mikel Vesga prolongando su estancia en el Athletic Club. De lejos le siguen los que se harán fuertes al amparo del arco de Lezama.
Sancet, Nico, Adu Ares, Unai Gómez, Jauregizar, Gerenabarrena, Olabarrieta, De Luis, Varela, Canales, Huestamendia y Rego, un gigante de 192 centímetros. Todos ellos liderados por el ´Teniente´ Daniel Vivian y el ´cabo primero´ Aitor Paredes. Arrigorriaga. Batalla de Padura. Piedras rojas por tanta sangre derramada. ¡Hasta la victoria siempre, Athletic!
• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista