¿Será que César Azpilicueta respira un aire distinto que el de Yuri Berchiche? ¿O son los aires que le dan al CTA? Muerto me sentí cuando Iglesias Villanueva, con su pito obsceno, puso final al espectáculo que, con su proceder, consiguió llevar a los lugares más extremos de la locura el duelo del Athletic Club. Árbitro. Árbitros. Que, desde que se instauró el 'arbitraje revisado', son los que controlan y dominan el fútbol. Golpe de estado. Alzamiento. Gobiernan desde el Castillo de las Rozas. Habitáculo kafkiano. Árbitros que mutan hasta convertirse en seres que dan miedo. Me espantan los árbitros.
De un equipo descendido como el Granada, esperaba, por parte del entrenador que suplió al cesado 'Cacique Medina', el avance de una propuesta que tuviera continuidad el próximo curso, cuando, instalados en la categoría de plata, partirían de salida con la inequívoca intención de regresar a la élite. Si lo que se vio en San Mamés es la promesa, flotando, a la espera, que tomen nota y se preparen sus futuros rivales.
Ante la idea de juego que propone el 'amigo' Sandoval, técnico que, se supone, fue llamado para dirigir a un equipo 'de cuerpo presente', restos mortales que habrán de resucitar para poder colocarse en la parrilla de salida de la 2024-2025.
Sandoval, por medio de sus 'peleadores', y amparado, protegido, consentido por Iglesias Villanueva, campó a sus anchas hasta terminar apoderándose de todos los espacios y tiempos de San Mamés. Cierto es que el gol en propia puerta de Iñaki Williams agigantó la propuesta del técnico madrileño. Por debajo en el marcador, el Athletic de Valverde se vio forzado a evolucionar en un 52 x 68.
La mitad de lo largo y la totalidad de lo ancho. Fue así que la potencialidad e influencia de Iñaki Williams se reducía a unos límites muy bajos. Sin grandes espacios para correr, y no siendo el regate en corto su virtud, Berenguer, calienta que sales. Lo pensé, pero no lo dije. Era el momento de Alex: técnica, regate, recortes, asociación, pase y disparo. Ernesto aguantaba. Temeroso de la tarjeta amarilla con la que se había cargado Aitor Paredes sin haber cometido falta.
En el 23' llegó Guruzeta a su cita con el gol. Atracción fatal. Amor intenso. El luminoso, igualado. Y sin embargo, el tren del partido ya no habría de volver al rail, a la vía de la que se había salido. Descarrilado o varado. Dando tumbos. Y leña a mansalva, la tropa nazarí, perfectamente aleccionada por José Ramón Sandoval, mentidor de elogios ajenos, aficionado de 'estopa'.
Descendido su equipo, y, sin embargo, como si en cada lance les fuera la vida, o el premio de un 'ente' superior que les hubiera prometido el oro y el moro. Defensa a ultranza. Barullo. Melés. A falta de resquicios por los que penetrar, Valverde se lo juega todo a la incierta suerte de Nico Williams. Aperturas a la banda izquierda. Sus compañeros se inhiben mientras el 'cohete de ébano' se enfrenta al que le encima, que cuenta con guardaespaldas y otros tres o cuatro en labores de cobertura o el 'por si acaso'.
Desde su zona técnica, Txingurri observa la impotencia de su equipo. Se hace cargo, también, de un juego brusco andaluz que transita veloz hacia lo violento. Ahí es donde el Athletic pierde, donde no puede ganar. El Granada se crece con su fuerza desmedida ante la mirada perdida de Iglesias Villanueva.
Un árbitro que, como entonces dicen que se dijo, "Yo vine a ser juez en este partido, no a luchar contra los elementos”...
Cuadra. Iglesias. Indignos en una Catedral. Como si la morralla se la hubieran guardado al Athletic para estos partidos decisivos. Se crece el Granada, pero aún no ha tocado techo. Lo hará Bruno Méndez. El que lesionó al bético Ayoze, como si Yuri Berchiche "le debiera dinero", busca el tobillo del virtuoso lateral zurdo con ese ansia de los que llegaron para dañar. Lo consigue. Yuri se retira con la impotencia del que sabe que no puede ajustar cuentas en el verde. Desnudo su tobillo, la herida muestra sus carnes abiertas.
Fue Carvajal el que le quebró el peroné. Bruno Méndez acaba de machacarle el tobillo. Se siente desprotegido. Su propio Club no lo defiende. Ni una palabra de su boquita cerrada para denunciar ante la justicia "lesiones de futbolística humanidad". ¿Pero por qué Jon Uriarte Uranga no presentó cargos contra Carvajal? ¿Por qué no lo hace contra Bruno Méndez?
Acabado el partido, la burla en la palabra de Gumbau, un futbolista menor que, ante el dato que le aporta el entrevistador, "19 remates del Athletic ante solo 1 vuestro"... “Ah, ¿sí?, ¿tantos?... no lo sabía"...
José Ramón Sandoval. El burlador de Granada. Un deportista indigno que, cuando Iñaki marcó en propia puerta, se marcó unos metros mientras, alzado su jersey, cediendo el pantalón, su inmensa barriga se bamboleaba. Al ver imagen tan grotesca, impropia de un deportista, a la memoria me vino Santiago Nasar, 'el turco' de Gabriel García Márquez en 'Crónica de una muerte anunciada'.
Corriendo por la calle mientras sus vísceras se derramaban luego de que los hermanos Vicario lo hubieran herido de muerte con cuchillos para destazar cerdos. Crónica de un empate anunciado. Se impuso la violencia de un Granada 'extramotivado' que contó con el apoyo necesario de un árbitro desafiante y deshonesto.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista del Club Portugalete