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Athletic Club 2023-24: Garra y Gabarra

Un perro espera la llegada de la Gabarra del Athletic cerca de la Ría (Foto: DMQ Bizkaia).
Miguel Suaña

Llegado el final de la temporada, cabe hacer una valoración que resuma de alguna manera lo vivido este año en el Athletic Club. Si tuviéramos que sintetizar en dos palabras los conceptos fundamentales por los que el equipo de Ernesto Valverde ha transitado todos estos meses, serían dos que, además, riman entre sí -la lengua me asiste aquí-: garra y gabarra.

Garra.

Una de las características del Athletic (obligada, entre otras cosas, para intentar compensar las carencias que puede conllevar la filosofía del club, cuando el resto de equipos no paran de reforzar sus plantillas con más y más fichajes internacionales...) es la garra. Lucha, brega, correr sin desfallecer durante los 90 minutos; dejarse la piel en el campo. En el fondo, la esencia de los leones desde siempre. Hoy día se habla de “mantener la intensidad” de principio a final, que es otra manera más técnica de definirla.

Gorka Guruzeta festeja un gol ante el Atlético en San Mamés (Foto: LaLiga).

La verdad es que no ha sido fácil, con la presión tan alta que ejerce nuestro equipo. Pero la mayoría de las veces, muy especialmente en San Mamés, esta premisa se ha conseguido con creces. Esto, unido a la velocidad que exige el entrenador, con un ritmo tan rápido de juego, ha convertido a La Catedral en un auténtico “Theatre of Dreams” (digno del Manchester United en sus mejores tiempos) la mayor parte de las jornadas, propiciado en gran parte por los Williams bros. Un auténtico rock and roll,... pero hardcore – nada de baladitas estilo Carpenters.

Es obvio que esto no lo es todo. Técnica y estrategia son también claves para que la garra se materialice en zarpazos, en goles. Para eso la llegada de Galarreta ha sido tan fundamental como la consolidación de Guruzeta en la posición de 9, cada vez menos discutida. El estilo inconfundible de Oihan Sancet, ayudado por suplencias de lujo como las de Berenguer, Ander Herrera, Rulo o Iker Muniain han forjado una seña de identidad ganadora, una fe inquebrantable por la victoria – al margen del resultado final.

El acierto, como colofón, en las dos líneas de gol, han dado sus frutos: tanto por el éxito en la Copa como por la consecución del Trofeo Zamora.

La Gabarra Athletic pasa por delante del 'edificio Soñar' de Bilbao (Foto: Athletic Club).

Gabarra Athletic...

El triunfo en el torneo del K.O. obedece, en cambio, a un factor extra. Un valor añadido a lo antes mencionado. El jugador 12: la afición. Este club depende, para bien o para mal, de la conexión inquebrantable con su público. En momentos de debilidad o cuando el equipo jugaba con el marcador en contra, ahí ha estado la grada. Esto es algo que no se puede percibir por el PPV de la TV. O se vive en directo, o no se entiende. El “Txoria txori” de Laboa cantado al final de los partidos no es más que la cristalización de esta unión inconmensurable entre San Mamés y sus jugadores.

Este año la coalición entre ambos ha creado una suerte de espíritu olímpico, fundamental en un club con esta filosofía de juego, con momentos épicos (como los jugados en las eliminaciones de equipos plagados de estrellitas como son el Atlético o el Barça) o la epopeya final en la Cartuja, con la 25ª Copa 40 años después. No querría destacar a nadie, pero creo que este año Unai Simón e Iñaki Williams, “a lo bajini”, han personificado, dentro o fuera del campo, esta fe en que el sueño de la victoria en este torneo iba a convertirse en realidad. Creer es crear.

Bilbao esperaba a pleno sol a La Gabarra con los jugadores del Athletic Club (Foto: ElDesmarque Bizkaia).

Lo vivido después, a ambas orillas de la ría, en la celebración, no es más que la constatación de que el número 12 está más vivo que nunca. Alive and kicking. Herritik sortu zinalako, maite zaitu herriak. Los que salgan de cara a la nueva temporada, ya lo saben: sin garra no hay gabarra.

· Por Miguel Suaña, profesor y escritor 

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