Athletic Club vs Sevilla en San Mamés. O, yéndonos a los banquillos, Ernesto Valverde y García Pimienta miden su sapiencia en el enfrentamiento luego de haber sido responsables del F.C. Barcelona a finales de la década pasada. Por distinta puerta salieron de Can Barça.
El 'fotógrafo de Vitoria-Gasteiz', luego de haber salido 'retratado' mediante dos fogonazos en la 'Europa de Roma y Liverpool'. Su compañero, Xavi García Pimienta, tuvo que hacer trasbordo en Las Palmas de Gran Canaria para aterrizar en el Aeropuerto de San Pablo. Lo esperaba el Sevilla FC en el Ramón Sánchez-Pizjuán.
El maestro y el alumno. Dos librillos. Dos estilos. Dos maneras de interpretar el fútbol. Leones que saltan al circo desde la jaula. Otros, recorriendo el camino inverso. 'Txingurri' está obligado a administrar su potencial humano si no quiere que el talento se le quede derrengado por el sobreesfuerzo: ¡Oihan Sancet! Europa era, por encima de la obsesión, una necesidad.
En Roma, Valverde se enfrentaba a sus fantasmas. Aquellos que se aliaron a los de Liverpool para meterle el miedo en el cuerpo. Salió bien librado. Un baño de autoestima para regresar a la liga en busca de la cuarta victoria consecutiva. Xavi García Pimienta. Al que bien conocía. O no. Porque visto lo que el técnico catalán invitaba a llevar a cabo por sus futbolistas, ejército reclutado tras una suerte de 'redada' por el fútbol de 'mil naciones', su apuesta era una invitación al sueño de la siesta a las 16:15.
Rotado el once como una foto en el WhatsApp, Txingurri buscaba la cuarta victoria consecutiva en liga. Ardía la tarde. García Pimienta, como si le hubieran forzado a emular aquel Sevilla que se movía a gusto sobre el piso seco y duro que los tacos de las botas alcanzaban tras superar los diez centímetros de altura de la hierba, se regodeaba lento y trotón. Cierto que la posesión era suya. Tanto como ese balón que el 'gordo' de la cuadrilla lo quiere casi todo para sí. "Y si os portáis bien"...
Acaso merece la pena. Es pregunta. Tener el esférico en los pies y repartirlo como si fuera un balón medicinal. Hasta ahí llegaba la apuesta de este hombre que, tras sus declaraciones en sala de prensa, daba la impresión de ser un 'mendigo' suplicando a sus superiores que les den el tiempo que se necesita para convencer a una grada tan exigente como la sevillista.
A una junta directiva que urdió el movimiento maestro del juego en el que se maneja la gente canalla. Mendilibar. Usar y tirar. Te llamo. Evitas el descenso. Y como propina, nos regalas una UEFA. Para dejarnos libres esas manos que necesitamos para echarte a la calle al inicio de la siguiente temporada.
"Contento con el punto". "Nos sabe muy bien". "Nos refuerza en nuestra idea de llevar la iniciativa". "Con el buen juego" como bandera "ante un rival como el Athletic". Cuando habla de "los tres meses que llevamos aquí", me recordó a esos dos que Zamorita me había prometido para las Navidades con el Hércules de Alicante. "Si el Club, tras este corto periodo, alarga mi contrato, es que ven trabajar muy bien codo a codo con mi staff". "Les llega la opinión de mis jugadores". Corona su discurso cual faraón en pleno "proceso de construcción" de la gran pirámide de Giza.
Así y todo, tuvo que mediar un acto final rocambolesco para que el Sevilla ahogara con 'Pimienta' el bakalao que al Athletic estaba a punto de darle la victoria. Tras un partido de contrastes, posesión sin fundamento, ocasiones no buscadas y el estreno goleador de Jauregizar, tuvo que mediar la jugada cruel que llevaría el partido al territorio donde se reparten a medias los dos puntos del empate.
Hasta ese balón campo atrás, salida desgraciada de Agirrezabala, txartel gorria, jugar con diez desde el 82', Ejuke y Lukebakio, las dos bandas del Sevilla a pierna cambiada. Del segundo, la zurda inteligente de un futbolista muy alto. Del primero, esa línea de fondo bien ganada. Su centro a la 'sopa tolondra'. Los peores. Cuando el balón se convierte en piedra sin ojos. Pedrada en la cabeza de Unai Núñez, impacto que no puede evitar.
A partir de ahí, el desenlace inmediato del último punto de la tarde de la Ley de Murphy. El balón, el muy cabrón, encuentra la parte inferior del travesaño. No lo quiere. Lo escupe. Esférico que Alex Padilla no ve. Lo siente en la mano, en el brazo, en "el cuerpo", que diría Valverde. Para alojarse en la portería de manera irremediable.
No hizo falta ni que tocara la red para que Xavier García Pimienta ensayara su discurso sobre el amor "como recompensa al trabajo que tanto gusta en Sevilla al cabo de tres meses". Por mi parte, en vez de maldecir la fortuna en contra, asumí que, así como se gana y se pierde sin hacer merecimientos, el empate deviene cuando la moneda lanzada al aire cae de canto.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista