No debería extrañarnos porque es algo relativamente recurrente en la centenaria historia del Athletic Club, pero hacer las cuentas de la lechera no suele llamar a la fortuna. Una suerte extraordinariamente esquiva el pasado domingo en Montilivi ante el Girona FC. Cada vez que crecen las expectativas y el equipo puede dar un salto de calidad notable, zasca, la cantina al suelo.
La suerte, en este último caso es demasiado caprichosa como para asignarle toda la culpa del ojiplático episodio de los penaltis en Girona así que habrá que encontrar otros culpables. Comenzando por la destreza, o más bien la falta de ésta, de los lanzadores. A mí no me sirve hablar de la presión del momento, de gestionar emocionalmente lo que hay en juego en solo once metros de césped.
La suerte de las penas máximas se trabaja desde benjamines, cada entrenamiento suele terminar de hecho poniendo a prueba a los porteros desde los once metros.
En estas sesiones recurrentes siempre se comprueba la fiabilidad de unos y las malas estadísticas de otros menos atinados. El Athletic Club de Ernesto Valverde tendrá sus especialistas pero por unas razones u otras el domingo fueron tres personas diferentes las desafortunadas, Alex Berenguer, Ander Herrera e Iñaki Williams lanzaron, y los tres fallaron estrepitosamente.
Era una estupenda tarde para cerrar la semana del estreno europeo de los rojiblancos en casa pero los disparos en vez de ir al fondo de las mallas se los dieron ellos mismos en el pie.
Se empaña el expediente pero sin alarmismos, tardaremos mucho tiempo en ver un partido en el que nos piten tres penaltis a favor y la pifiemos así en los tres. Habrá que pedirle el chupete a Aitor Larrazabal, el tipo más entrevistado esta semana en Bizkaia.
. Por Ángel López, Director de Onda Vasca