Aún en el empate, el implacable peso de la ley había caído sobre el Athletic Club en el abierto techo de San Mamés. La Ley de Murphy. "Cuando más bello sea el juego, más lejos estará la victoria; cuántas más ocasiones de gol generes, menos opciones de marcar". Estaba escrito. Que el partido, aún tomando solo en cuenta la primera mitad, habría de ser el más espectacular del tercer periplo de Ernesto Valverde al mando de su "Club de referencia".
En lo que respecta al modo de entender el fútbol, bello, impactante, maravilloso. En cuanto a los goles, también, que cuando estaban a punto de convertirse en amores, alguien los evitó para que se fueran amontonando en el saco de las 'buenas razones'.
Como si enfrente no tuviera rival. Como si el Real Betis no pugnara en la tabla por el mismo objetivo que persiguen los leones. Valverde vs Pellegrini. Ernesto no había ahorrado elogios en la previa para su colega chileno. En un altar. O habitando en vida los Campos Elíseos. Resultó, sin embargo, que, echado el balón a rodar, el banquillo bético, como aislado de la realidad, se convirtió en 'convidado de piedra'. Miraba, pero no veía; quería hablar, pero la voz no le acompañaba.
Al tanto de ello Valverde, se despachó a gusto ordenando y siendo obedecido. "A degüello". Y si en el empeño cabe regalarle un fútbol vistoso a nuestra gente, no dudéis, dejaros llevar, recordad, que vuelvan a pasar por vuestro corazón, esas gloriosas tardes y noches en las que nuestra gente nos ha llevado en volandas. Quid pro quo. Fútbol de alta escuela. Con menos no hay que conformarse. Carpe diem.
Podría ser que pasara mucho tiempo antes de que una oportunidad como ésta se nos presentara. Lo que 'Txingurri' desconocía es que 'Murphy' estaba 'de servicio' en su 'juzgado de guardia'. Alguna irregularidad vería. Algún tipo de delito. De lo contrario, no habría entrado 'de oficio'. Nadie lo veía. Asistía, sin embargo, a la refriega.
Tal era la superioridad y las opciones de marcar, que la inmensa mayoría musitaba, "Al final, por el abuso, se decidirá la jornada". Nunca el Athletic de Valverde se había cebado de manera tal con su oponente. Con tanta saña. Como si en el imaginario colectivo, flotando, como a la espera, la venganza de aquella dolorosa derrota sufrida en el Villamarín, de la que José Mari Mujika dejó constancia con su pluma preciosista.
Por aplastamiento parecía que se resolvería el partido. Algo extraño, por anormal e ilógico, empezó a manifestarse. Un fallo. Un error. Cuestión de mala suerte. San Mamés se llevaba las manos a la cabeza. 'Pitxitxi', a su corazón. ¿Qué es lo que falta para la goleada? No era el fútbol, exquisito; no eran las oportunidades de golear, incontables. Era 'Murphy'. Su ley.
Aún sin pruebas, atando de pies y manos a los leones. ¿Cómo marcar, entonces? Cómo distanciarse en el marcador de un rival claramente inferior. Aquí, los postes. Ahí, el travesaño. El balón, que debería entrar y se va fuera. La pelota, contra el cuerpo de un portero arrodillado que reza antes de su ejecución.
Nada que hacer cuando la suerte del partido la va señalando un ente intangible. Un ser invisible. Más poderoso que yo, asumí el empate como un 'bien mayor'.
Y es que, como en este Athletic vs Real Betis sucedió, el resultado queda en un segundo plano cuando el 'Athletic de Valverde' nos regala un partido todo el plagado de secuencias maravillosas.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista