"Queremos jugar en Europa, y disputar la Liga también". No será nunca la sala de prensa el lugar donde Ernesto Valverde nos regale destellos de su yo más profundo. "No ha sido un buen partido" el disputado por el Athletic Club en el Nuevo José Zorrilla. Un escritor, un poeta, un dramaturgo. A José Zorrilla me refiero.
Valverde es reflexivo. Finge tan completamente que hasta finge que son tópicos los tópicos con los que responde a las tópicas preguntas de la prensa. "No estamos contentos". Nadie lo estaba. "Queríamos ganar".
Querer no es suficiente. "El resultado ha sido justo". Como si el soberbio gol de Gorka Guruzeta hubiera llegado a manos del señor Cordero Vega enredado entre las fichas que le había entregado en la previa Sendoa Agirre, delegado del Club.
Si Valverde pudiera airear las charlas de Lezama, y las 'conversaciones en la Catedral' con su viejo amigo Jon Aspiazu, el Athletic que él y yo amamos sería el 'mismo Athletic'. Capaz de llevarnos al 'séptimo cielo' cuando fuimos 'los mejores' frente al Real Betis.
Impotente al no poder derribar en Son Moix una defensa tan obstinada como las murallas de Jericó. Convencido de que el empate en Pucela era oro molido. No ya por lo que de fina orfebrería tenía el trabajo que entre Ruiz de Galarreta y Guruzeta labraron. Ni por la presión añadida de tener que entregar la obra al 'filo de lo imposible'.
Si Valverde fuera yo. Si yo fuera Txingurri. Si Ernesto hablara por mi boca y escribiera con el dedo índice cerca de la medianoche, se atrevería a disparatar con lo que yo no uso pero a la gente le gusta. "La bota llena y la suegra borracha".
Y el suegro, borracho también él. Eso sí: que nadie beba el vino de la bota llena. "En misa y repicando". Esto me diría Valverde. Ya muy cansado de no poderle decir a la gente lo que le gustaría decir. Que en la plantilla del primer equipo, por ejemplo, caben más de veinte jugadores.
Pero que con veintidós futbolistas no cree él que se puedan conformar dos onces titulares. O parecidos. Similares. Semejantes. De ahí que el Athletic que se exhibiera en San Mamés ante el Betis en nada se pareciera a ese otro que se quitó de encima al Ludogorets con dos golpes mortales de necesidad. Qué decir, entonces, de los once leones que hizo saltar a la arena del circo de Pucela nuestro querido Txingurri.
Europa. La Liga. Jugar bien. Querer ganar. Estar siempre contentos al final de la partida.
Y como al Athletic no le da para encajar dos hombres con el mismo talento en cada puesto, o que le ofrezcan al entrenador unas prestaciones del mismo calibre, pues eso, con 'estos leones' había que jugarse la piel, y hasta la carne [en su sentido pleno] en el hostil 'Teatro de Zorrilla'. Tiernos leones, algunos; poco bregados también los había. Y la tarde no era propicia. La camiseta con manga y todo del pequeño de los Williams.
Soy Valverde y veo que, ya de salida, le castigan por detrás a Nico ante los permisivos ojos de Cordero Vega. Árbitro 'no apto' porque desconoce del futbolista así las virtudes como las miserias. Su bondades. Su malicia.
Soy Ernesto y veo que nos enfrentamos a un equipo que lo fía todo a su defensa. Un entrenador que reduce las medidas del terreno de juego hasta fijarlas en 30 x 68. No me pidan que el juego sea profundo. Que genere espacios allá donde la 'nada'. Que juegue bonito. Que cree. Que el fútbol del Athletic fluya a partir de un centro del campo en el que he ubicado a dos jornaleros como Prados y Jauregizar.
Honrados, honestos, eso sí, pero no de la talla de Giresse y Thigana. Hacen lo que saben porque es lo que les pido. Adama ya se suelta, pero no le exijan que sea Yuri con tantos años de menos. Sé que Nico Serrano no es Yeste; todo se andará. Unai Gómez me era necesario como el aire que respiro. Tal vez con él en el campo, Comert no habría sido capaz de intentar retirar a Ruiz de Galarreta del fútbol del Athletic que tanto ama.
Cordero Vega lo vio. Pero no se atrevió. Le pesaba el aire que como a plomo caía desde el graderío. Ese al que el partido tanto le daba para cargar contra Ronaldo Nazario, como hacerlo contra él. Cobarde, fíjate tú; le mata con la roja a un león y de repente resucita. No se lo tengan en cuenta. No han jugado a fútbol.
Incapaces de distinguir entre una zancadilla 'limpia' y el intento, fallido, de cazar por la espalda a un futbolista capaz de haberse recuperado de lesiones que lo dejaron al borde de la jubilación.
Cuando reparé en la reacción inmediata de Comert, fui consciente de que el 'albivioleta' no distinguía entre lo malvado y la virtud. Le miré a Galaxy, "Lo que tengas que hacer hazlo cuando el partido este al filo de lo imposible. Mete la pelota al jaleo. Allá donde Guruzeta y el interior milagroso de su bota derecha".
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista