Y al de tres días, el Athletic Club 'resucitó'. No el 'Athletic de la liga', que, vivito y coleando, se acomoda en las nubes que tocan el cielo. El 'Athletic europeo' fue el que me dejó pasmado mientras se deshacía de las vendas, sudarios y mortajas de otros tiempos, de otros años, de otras ligas. De esa, concretamente. La que Ernesto Valverde pudo vivir en su 'Club de referencia' sin saber que, tras ella, la distancia de los años habría de llegar muy lejos.
Hasta Estambul, el primer empate y las cuatro victorias consecutivas parecían naderías. Tal es el estado de forma de este equipo, de los cinco leones que saltan al campo por tres ventanas, del resto necesario para completar una plantilla de ensueño. Faltaba Turquía, Estambul, Fenerbahçe y José Mourinho. La pasión turca. El estrecho del Bósforo, allá donde se unen o se separan los continentes. La verdadera prueba para constatar cuántas manos estarían dispuestas a mezclarse con el fuego.
La mía la tenía puesta. Sabía que no me iba a quemar. En ningún momento del partido me tentó la retirada. Ya desde el inicio, cuando, al ver los cuerpos prodigiosos de las huestes de Mourinho, sentía que se estaba disputando un combate entre púgiles de 'pesos' muy distanciados.
Sin embargo, a pesar de la 'apariencia verdadera' de cuerpos disímiles, los jugadores del Athletic Club no se arredraron. Ni un paso atrás. Aceptando el duelo. Compartiendo golpes. Igualando una disputa entre leones y "bigardos", como le gusta decir al míster Víctor Llopis. Ni un paso atrás.
Ligando juego. Siempre. Mordiendo. Un muro atrás que se elevaba como a impulsos de los zagueros sobre una cama elástica. "Esto que tú me das", me comentaba Pau Dones. "Es mucho más". De lo que yo esperaba.
Pero la realidad estaba ahí, en un estadio de Estambul de cuyo nombre no quiero acordarme, tan lejos y, sin embargo, al otro lado de la pantalla. Ese país de las maravillas al que no quería saltar porque me bastaba con observar, y no ser protagonista de la refriega.
De tantas razones como me daban, confiaba en ese 'puño' sutil de Guruzeta para robarle un golpe al que oficiaba de 'amo del calabazo'. Sin guardián, el cancerbero tuvo que permitir el recado que Iñaki Williams recibió. La empujó. Como el golfista que emboca a veinte centímetros del hoyo. Para demostrar que la ventaja adquirida no había sido un regalo del juego, el Athletic insistió hasta ponerse más pesado que todos los kilogramos que acumulaban los soldados del díscolo lusitano.
Qué gozada ver a este Athletic. Qué manera tan bonita de interpretar el fútbol cuando el grupo que Valverde lidera está escenificando el más puro 'rock and roll', esa música que no morirá así que el Athletic se sostenga en la cuerda sobre la que camina 'since 1898'. Es él. Son los futbolistas. Ese grupo de Athleticzales que celebran in situ una victoria perfecta.
Qué cosa es el Athletic, me pregunto. "Tú lo sabes". Pau Dones, que sigue a mi lado porque nunca se fue.
Lo necesitaba, esta tarde, porque el negro y el gris que campaba a sus anchas fuera de mi casa amenazaba con destruir el espíritu de La Florida. Que era el mismo de un San Mamés vacío. Antagónico al rectángulo de Estambul donde el Athletic, peso ligero, estaba a punto de enviar al piso a su rival de un violento zapatazo. Y decían que Iñaki Williams era demasiado caro porque no pescaba los 'bakalaos' que la gente 'menor' le reclamaba...
De mal perder el ejército de Mourinho. No se puede utilizar la cabeza, pero de ella se sirve Amrabat para provocar a Oihan Sancet, amenazarlo. Dispone de grandes cuernos Oihan, bestia desatada de una naturaleza que le dotó de todas las prestaciones que un futbolista necesita para ser el ariete que le despeja el camino a sus compañeros. No marcó. Le cedió los trastos a Iñaki. Porque debía ser "machete entre la zafra, bala feroz al centro del combate". El campo, tras el final, "era un reguero de sesos".
Metáfora. Alegoría. Contemplada por Mourinho. Al que el paso del tiempo le ha relegado al rincón de la mitología. Reculando año a año. De equipo en equipo. Desde la verdad de su éxito, hasta esta otra, innegable, en la que, para sentirse el 'gigante' que otrora fue, nos enseña la carta que guarda debajo de su manga.
Instalado entre Europa y Asia, viviendo en Estambul, entrenando a un equipo a la deriva, saca el manido comodín de Nico Williams para repetirnos que "yo soy un hombre sincero, merengue por dentro, blanco por fuera". El Athletic ha derribado a todos los púgiles que puso en el ring, y él, cabello canoso, víctima del tiempo, que lo ha puesto viejo, tirando balones fuera. ¿Hasta dónde nos permites soñar, Athletic?
Post Scriptum:
"Saliendo del Estadio Sukru Saracoglu / me latía el corazón / la vida estaba agotada en mí / andaba con miedo a caerme" ['Stendhal'].
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista
The Iñaki show 🤩#UEL pic.twitter.com/sfgZgUlCTZ
— UEFA Europa League (@EuropaLeague) December 11, 2024