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Las lágrimas del 'Pechuga'

EFE / Jenaro Lorente

El 2 de febrero de 2014, en un Vicente Calderón vestido de gala para homenajear al 'Sabio de Hortaleza', fallecido el día anterior, Miguel San Román se derrumbó. No pudo contener las lágrimas y, puño en alto, miró al cielo emocionado mientras el estadio retumbaba al grito de "Luis Aragonés, Luis Aragonés, Luis Aragonés, Luis Aragonés".

Un año y nueve meses después, el "Pechuga" se ha marchado con su amigo del alma, ese al que tanto admiró y defendió y al que representó profesionalmente junto a su otro incondicional, Pepe Navarro, durante muchos años.
El 'Pechuga', bautizado así por el defensa argentino Jorge Griffa porque decía que era muy 'chulito', en palabras del propio San Román, era un hombre entrañable. Atlético hasta las cejas, bromista, alegre. Una persona que transmitía afecto desde el primer contacto. Una fuente inagotable de cultura rojiblanca, imprescindible para cualquiera que se propusiese indagar en la histórica entidad madrileña.
Porque San Román era una institución del club del oso y el madroño. En él militó como cancerbero entre 1958 y 1970 y ganó dos Ligas (65-66 y 69-70), una Recopa de Europa (61-62) y una Copa (64-65). Sin embargo, sólo disputó 76 partidos oficiales.
Era el portero suplente, pero nunca le importó. Con 15 años un hermano le convenció para hacer una prueba con el Atlético y ya sería rojiblanco para siempre. Vivió la transición del Metropolitano al Vicente Calderón y fue pieza fundamental en la caseta madrileña, en la que siempre mantuvo grandes lazos con sus compañeros. Tras su retirada, fue el alma máter de la Asociación de Veteranos y una figura muy próxima para la afición.
Personaje especial, pasó de portero a promotor de boxeo casi sin pensarlo, organizó las mejores peleas de la época y llevó a Cassius Clay a Barcelona. Fueron unos años inolvidables para el "Pechuga", que se adentró también como empresario del flamenco, faceta que pudo disfrutar el gran Bobby Charlton en 1982, cuando llegó al Mundial de España como embajador del fútbol británico y quedó fascinado por las noches de 'cante hondo' que le ofreció el exguardameta.
"Se nos acaba de ir un trocito de nuestro escudo", manifestó Fernando Torres a través de su cuenta oficial en la red social Twitter, tras conocer el fallecimiento de San Román, en la tarde de este martes. Esa fue su gran dimensión, la de un Atlético implacable.
La otra, no menos importante, la humana, la que apreciaron todos los que le conocieron. Su espontaneidad, su amistad, su sinceridad, su cercanía, su ironía, su sentido del humor. Y también su sensibilidad, la que exhibió el día que se ovacionó a Luis Aragonés. Esa tarde lloró como un niño por la muerte de su gran amigo y leyenda rojiblanca. El martes 10 de noviembre de 2015, los suyos sollozaron por él. Hasta Siempre "Pechuga".

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