"La principal virtud del Leicester es que no tiene que jugar bien para ganar los partidos. Sacan provecho de jugadas tácticas, de faltas, córners, y son fuertes por alto". La frase podría firmarla Diego Simeone y, sin embargo, la enunció Radomir Antic hace casi dos decenios.
Hace 20 años, el Atlético viajó a Leicester en una situación similar a la que afrontará este martes, en la vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones. Si ahora defiende el 1-0 de la ida, entonces acudía a Inglaterra con la incertidumbre que le daba el 2-1 logrado en el Calderón.
La cita, el 26 de octubre de 1997, tenía menor enjundia -treintaidosavos de final de la Copa de la UEFA- pero la trascendencia para el Atlético era similar; no podía fracasar en Europa.
"El club no puede vivir eternamente del recuerdo del doblete", había asegurado la víspera Miguel Ángel Gil. Porque aquel Atlético apuraba los rescoldos de aquella gesta, sin Solozábal, Penev y, sobre todo, sin el "Cholo" Simeone.
Un mes antes, Simeone había abandonado el Calderón con los ojos llorosos. El "Cholo" había sido traspasado a finales de junio al Inter y regresó en agosto con su nuevo equipo, para participar en el Villa de Madrid. Se convirtió en el protagonista, aclamado por una afición que no entendía su venta.
El Atlético se había gastado 8.000 millones de pesetas (unos 48 millones de euros). Había fichado a Vieri, Juninho, Lardín, José Mari... pero no había logrado reactivar al conjunto; octavo en la Liga tras cuatro jornadas. Y Jesús Gil avisaba la previa del enfrentamiento contra el Leicester: "Si perdemos, apaga y vámonos".
Pese a que el Atlético llegaba a Inglaterra con Juninho -estrella del Middlesbrough hasta meses antes-, Vieri o Kiko, que ya había despuntado en la Eurocopa del 96, el centro de atención de la prensa británica era Radomir Antic, del que se recordaba su paso por el Luton, como un elegante líbero (1980-84).
Los "foxes", mientras, eran un equipo desconocido. Jugadores, prensa y los escasos aficionados que acompañaron al equipo de Antic se sorprendían al visitar el pequeño museo del club, donde figuraban las fotos, entre otros, de los dos mejores porteros de la historia de Inglaterra (Gordon Banks y Peter Shilton) y la de un jovencísimo Gary Lineker, que debutó como profesional con el Leicester, el día de Año Nuevo de 1979, en Segunda división.
Sin embargo, sin el reconocimiento que le ha dado la sorprendente conquista de la Premier, aquel Leicester también vivía un momento de euforia y tenía a la ciudad en estado de efervescencia tras conquistar la Copa de la Liga -que le había abierto las puertas de Europa-.
Dirigido por el norirlandés Martin O'Neill, era tercero en la Premier, a un punto del líder, el Arsenal. Se había reforzado con el meta estadounidense Kasey Keller -que temporadas después recalaría en el Rayo Vallecano- y el centrocampista Neil Lennon. Pero sobre todo confiaba en Emile Heskey.
Heskey, con 19 años, era un portento físico. Un delantero de 1,90 y más de 100 kilos al que era imposible frenar cuando arrancaba. Un toro que impresionaba. Literalmente, bufaba después de cada esprint, según reconocía Juanma López, que tuvo que lidiar con él.
Además, contaba con Filbert Street. El antiguo campo de los "zorros", un típico estadio inglés -con columnas incluidas- jugaba a su favor. Al límite en sus dimensiones, tenía al público pegado al terreno de juego. Una ruidosa afición dirigida por el fondo sur, su Spinion Kop.
Pese a que desde 1994 la federación inglesa había obligado a que todos los graderíos fuesen sentados, el Leicester mantenía un grupo de irreductibles (crazy kop corner) que veía los partidos sobre los asientos, para mostrar su disconformidad. Y contra los rojiblancos iban a rugir más que nunca.
"Mañana nos jugamos la temporada y cada uno debe saber la parte de responsabilidad que le corresponde en ello". Con otra sentencia que firmaría este martes Simeone, Antic puso en alerta a sus jugadores.
Y el Atlético respondió en un encuentro que fue tan complicado como se preveía. Sobre todo, tras sufrir la expulsión de López por doble amonestación (m.50), que obligó al checo Radek Bejbl -un medio de contención- a estrenarse como lateral derecho frente a las acometidas del Leicester y de su ruidosa afición.
Fueron ocho minutos de zozobra en los que peligró la clasificación, hasta que el 'cerebro' de los ingleses Garry Parker se ganó la segunda amarilla por lanzar una falta sin autorización del árbitro. Se equilibraron las fuerzas y una decisión de Antic, la sustitución de Vieri por José Mari, decidió la clasificación. El sevillano, con su velocidad, propició los goles de Juninho y Kiko con los que el Atlético no volvió a sufrir.
No será en Filbert Street sino en el King Power Stadium, pero ahí estará su ruidosa afición, que ya se hizo notar en la ida, y un conjunto con similares características. Simeone firmaría el mismo desenlace.