El Atlético de Madrid selló su participación en la jornada 18 de LaLiga Santander con un trepidante encuentro en el Sánchez-Pizjuán. La cita prometía y el partido de los de Simeone no decepcionó: seriedad, esfuerzo máximo y eficacia. Además de un nuevo recital del argentino.
No comenzó el partido de la mejor manera. El Atlético parecía estar superado y el Sevilla acosaba la meta de Jan Oblak. Diego Godín y Savic se duplicaban para sacar balones del área, Rodrigo ayudaba a los centrales y Saúl, que no es lateral ni mucho menos, sufría en cantidad ante las constantes subidas de Jesús Navas.
Cualquiera podría decir que Simeone había planteado el partido con errores, pero para ello antes había que estudiar los trapos que tenía la alineación: Godín, con la renovación negada, titular. Saúl, mediocentro, actuando como lateral. Thomas, mediocentro, desde la derecha. Juanfran, sin apenas partidos, titular. Lemar -recién recuperado de lesión-, un chico que prometía mucho, titular y aún de vacaciones.
Y aún así, compitió.
Simeone llegó al descanso ayudado por su ojito derecho, Griezmann, con el empate bajo su chaqueta. Sabía del increíble esfuerzo que había realizado el Sevilla y usó su pizarra para vencer la batalla de la segunda mitad.
Movió sus fichas, quitó a Lemar de la zona de compromiso, metió músculo con Thomas en el centro, a Koke le pidió que ayudase a Saúl en la tarea de anular a Navas y cuando todo parecía atascado, metió el trabajo incansable de Vitolo.
Cambió la cara del partido.
En un escenario que se antoja casi imposible vencer, ante un equipo que parece haber recuperado todo su brío y coraje, y con hombres descolocados y faltos de ritmo, Simeone volvió a mostrar que sabe sacar el máximo de sus jugadores, que aunque no le 'regalen' hombres nuevos para seguir peleando por el título, cree en su idea.
Prefiere sufrir y que crezca el equipo. Y está creciendo, a pesar de las dificultades. Eso sí que es magia.