"Cualidad moral que impulsa a una persona a actuar rectamente, cumpliendo su deber y de acuerdo con la moral", dice la RAE en su primera definición sobre la palabra 'honor'. "Respeto y buena opinión que se tiene de las cualidades morales y de la dignidad de una persona", explica en la segunda. Utilicen la que prefieran, cualquiera sirve para definir el partido que el Atlético de Madrid ha realizado este sábado en el Camp Nou. El partido, la temporada y los siete años que lleva Simeone en el banquillo.
El Atlético, a todo esto, estaba cuajando un buen partido hasta que Diego Costa, o quizás Gil Manzano, se encargó de decantarlo. Empezó tímido, pero Griezmann tomaba el control y merodeaba la portería de Ter Stegen. Fue entonces cuando, en el 28', Diego Costa vio la roja directa. El colegiado explicó a los jugadores rojiblancos que le había insultado, aunque algunos de los futbolistas declararon después que el delantero les aseguraba que no le había dicho nada personal al propio Gil Manzano.
Daba igual, el partido ya estaba definido. O eso parecía, porque el Atlético, que vio hace un par de años cómo le expulsaban a Filipe Luis antes del descanso, que ya vio antes cómo Fernando Torres veía dos rigurosas amarillas a la media hora en todo unos cuartos de la Champions, se puso el mono de trabajo. Hizo lo que mejor sabe: juntar líneas, luchar todos juntos por un mismo objetivo, convertirse en un equipo mayúsculo. Y lo consiguió hasta que le aguantaron las fuerzas.
Con uno menos, supo contener los ataques del Barcelona mientras Simeone, al que algunos llaman 'cagón', lanzaba mensajes al equipo con sus cambios. Nada más quedarse sin Costa, metió a Correa en lugar de Arias y colocó a Thomas de lateral diestro. En el inicio de la segunda mitad, quitó a Filipe Luis y dio entrada a Morata para que actuara como referencia, dejando a Sául de lateral y retrasando la posición de Griezmann.
El Atlético jugaba con sólo dos defensas, dos centrocampistas como laterales y tres delanteros: Griezmann, Morata y Correa. En todo un Camp Nou, ante todo un Barcelona y con un jugador menos durante más de una hora de partido. Y tuvo alguna ocasión a balón parado, con centros de Saúl desde la izquierda o de Thomas desde la derecha. Nadó y nadó, aunque acabó muriendo la orilla. Lo hizo con honor, como todo lo que llevan siete años haciendo los jugadores que se enfundan la camiseta rojiblanca.
Muy buena contra crónica