Simeone tiene un problema: cuatro delanteros que restan más que suman

No tuvo su día en el plano individual el Atlético de Madrid en Cornellá. Ni en colectivo, claro. Sacó un empate gracias a un golazo de Saúl, una volea preciosa marca de la casa. Pero quedaron sus atacantes especialmente señalados, con pocos jugadores que pasarían del aprobado, con apenas un notable de Jan Oblak, que aparece hasta cuando tiene fiebre. Los problemas están en otro lado: Diego Pablo Simeone no encuentra soluciones en ataque.

Apostó en este caso por Yannick Carrasco para acompañar a Correa y Morata. A su favor hay que decir que puso voluntad, que participó mucho en el ataque rojiblanco. En su contra, muchas más cosas: ese protagonismo no se tradujo en ocasiones de gol y, para colmo, olvidó sus labores defensivas dejando solo a Renan Lodi en la acción del 1-0.

Simeone, de Carrasco y Morata a Joao Félix y Diego Costa

Fue Carrasco el primero en abandonar el campo, al inicio de la segunda mitad. Entró en su lugar Joao Félix, que no mejoró la cosa. Un par de arrancadas perdiendo la pelota, una ruleta perdiendo la pelota, desmarques en los que se acababa perdiendo la pelota. Individualista, peleado con el mundo, como cuando en el FIFA le ponen la fechita hacia abajo.

El siguiente en la lista es Álvaro Morata, que repite titularidad y calca el ceño del portugués. No baja balones, no le da continuidad a las jugadas, no encuentra la conexión con el centro del campo ni el remate en los centros laterales. Y tuvo una clarísima: recogió una pelota junto al palo... y la mandó al palo. Fue sustituido de manera inmediata por Diego Costa.

Un Diego Costa que, para no romper la línea continuista de los anteriores, no aportó nada en ataque. Se le vio en un par de saltos, dos pugnas aéreas que encendieron a la grada del Espanyol. Tampoco sumó en el plano ofensivo y confirmó el problema de Simeone: sus cambios tenían un cartel estelar, galáctico. Los fichajes más caros de la historia del Atlético de Madrid para aportar mordiente ofensiva. Pero la realidad es más cruel: ninguno consiguió sumar más que restar.