Aún no funciona el Atlético de Madrid con la constancia, la fiabilidad y la autoridad que pretende Simeone, sometido el primer tiempo por el Betis y desfigurado al descanso, en un duelo al que no le encontraba solución hasta que Marcos Llorente inventó un gol de la nada y promovió una reacción ya incontestable, consolidada en el tiempo añadido por el 2-0 final de Luis Suárez.
A los 23 segundos de la reanudación, del 1-0 surgió otro equipo rojiblanco completamente diferente al que había sido desbordado y apagado en todo el recorrido hasta el intermedio por el Betis, que perdió su ocasión en el primer acto, también por mérito de Oblak, y que pasó de repente de ganador a los puntos a perdedor indudable del encuentro. No salió goleado luego por las paradas de Claudio Bravo.
Ya son 21 partidos seguidos invicto del Atlético, la mejor racha de su historia en la Liga en ese sentido. Está dos puntos por detrás del liderato, pero con un partido menos. Y ya divisa un encuentro clave el próximo martes en la Liga de Campeones con el alivio de un triunfo cuyo valor es formidable, más aún visto el primer tiempo.
⏱ 90'+4' | #AtletiRealBetis 2⃣-0️⃣
¡𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟! ⏸ ¡Los 3⃣ puntos se quedan en casa! 👏
🔴⚪#AúpaAtleti pic.twitter.com/soPpfY1pwt
— Atlético de Madrid (@Atleti) October 24, 2020
Descanso o no, Joao Félix empezó de suplente. Es llamativo. Ya no es el futbolista indiscutible en el once que sí lo era cuando llegó. Perdió esa condición hace tiempo. Hoy es una evidencia tal hecho. Mientras él aguardó en el banquillo (hasta el minuto 56 cuando entró por Correa), hay otros que no rotan. No lo hacen ni Luis Suárez ni Koke ni Trippier ni Savic, por ejemplo. Y no lo hacía en el pasado Griezmann, quizá su mejor referencia.
El Atlético lo necesita. Seguro. Pero en el nivel que se le presupone, no en el que demostró especialmente en el primer tiempo del pasado miércoles en Múnich. De él aún se espera muchísimo. De Lemar, ya poco. En otra oportunidad, revitalizado la pasada semana en Vigo, su decepcionante partido lo repone en la sospecha habitual, este sábado extendida a muchas de las piezas que seleccionó Simeone, como Lucas Torreira. A ambos los cambió Simeone al descanso.
El déficit de fútbol del Atlético -reiterativo, nada puntual- lo redescubrió con expresividad la primera parte del Betis, mejor en todo. Con y sin balón. Y sin ninguna duda. Porque el grupo de Simeone corría mucho y combinaba muy poco. No es ya una cuestión de intención, sino de cualidades. De precisión, de visión, de talento... Más aún cuando un partido se mueve en la intensidad o en la presión del Betis. En eso también entró mejor que el Atlético.
Lo trasladó menos donde realmente se reconoce la superioridad: en las ocasiones. Él tuvo dos en el primer cuarto de hora. La primera, con un testarazo de William Carvalho. La segunda, con un zurdazo de Fekir. Las dos las atrapó Oblak, con una solvencia que transmite hasta facilidad en cada parada para sostener entonces al Atlético, por muy inferior que era en ese momento en cada aspecto.
Y, a la vez, para frustrar al Betis, por más superior y vistoso que fue con la pelota, entre el naufragio general rojiblanco: individual, patente en la mayoría de sus jugadores (Lemar, Trippier, Correa, Torreira, Koke...), y colectivo; rebasado en ambas perspectivas porque su oponente consolidó entonces su partido en el mejor mecanismo que tiene el conjunto de Simeone: la presión en el campo contrario. La ejerció el Betis como si fuera el Atlético.
Hasta el intermedio, el equipo local sintió el agobio. Ajeno a la pelota -un elemento completamente visitante durante todo el primer tiempo-, pero sobre todo sin reacción ni capacidad para rebelarse con celeridad contra el escenario del duelo, quedó expuesto al Betis, porque era rebasado en el centro del campo con una rotundidad impensable y, por extensión, en el resto de los sectores.
Pero tiene a Luis Suárez. Y eso, aunque ni siquiera seas capaz de plantear apenas una ofensiva trenzada, bien al contragolpe, bien en transición o bien en posesión, ofrece por momentos algunas ocasiones inimaginables en tal panorama, siempre preparado para el error ajeno o para armar el remate. Con una de cada, las dos se perdieron fuera.
Y a Marcos Llorente. Reubicado este sábado en su mejor posición hoy por hoy, que es delantero -ni el medio centro ni la banda derecha-, él inventó de la nada el 1-0 del Atlético: explotó su zancada dentro del área, esa conducción que por velocidad le hace imparable en ese pasaje, y, por muy escorado que estaba, ingenió una fórmula imprevista para sortear la salida de Claudio Bravo, sutil para aprovechar el hueco abierto entre el portero y el primer palo.
Su toque con la izquierda transformó en gol algo que no lo parecía de antemano, al menos de forma directa por su parte, además con el efecto que tiene a los 23 segundos de la reanudación de un encuentro que hasta entonces era propiedad del Betis en todo menos en el marcador. Hasta entonces. Porque todo cambió en ese momento.
Cierto es que aún Oblak triunfó en un duelo individual con Sanabria, ganador por la pierna izquierda con la que repelió el remate, pero tanto como que eso ya fue algo aislado entre la reacción del Atlético, que tuvo cuatro ocasiones más en un instante, por medio de Hermoso, Carrasco -dos veces- y Herrera. Uno lo rechazó el poste. Y el resto Bravo, que evitó la goleada. Aún paró otra más a Luis Suárez y otra a Carrasco -ya con Montoya expulsado-. No pudo de nuevo ante el uruguayo, autor del 2-0 en el tiempo añadido. Nada que ver con el enredo previo que había resuelto Marcos Llorente.