Lanzado por la ambición y el fútbol de Abdellah Raihani, con la costumbre goleadora en cada partido de Adrián Niño, que marcó su octavo tanto en siete partidos en esta edición de la Liga de Campeones, con una superioridad evidente y con una pegada imparable, el Atlético de Madrid juvenil celebró su 'fiesta' en el Metropolitano con una victoria concluyente ante 11.503 espectadores, rumbo a los cuartos de final en Milán.
En un escenario inigualable, con más espectadores que nunca en un partido suyo, con Diego Simeone, Koke Resurrección o Saúl Ñíguez atentos a cada lance, los muchachos dirigidos por Fernando Torres lanzaron una tormenta perfecta sobre el Genk, desbordado de principio a fin, relegado a la nada a toda velocidad, incrédulo, apabullado y sobrepasado por las circunstancias y los contratiempos, pero, sobre todo, por un Atlético de alto nivel.
En dos minutos y medio, dispuso de un penalti, promovido por Abdellah Raihani, cometido por un pisotón de Ndenge Kongolo y transformado por Adrián Niño, el deslumbrante goleador en esta edición de la 'Champions', que inauguró una fiesta que superó con creces todas las expectativas, a la espera del desafío contra el Milan en Italia. Será otra historia.
Sólo el delantero francés Bilal Mazhar, del Panathinaikos, ha marcado más goles que Niño en esta temporada en la competición europea juvenil, con nueve tantos en cuatro choques, pero nadie lo ha hecho como el prometedor atacante del Atlético, renovado hasta 2027 y con al menos una diana en cada uno de sus siete encuentros en esta edición del torneo.
Suyo fue el gol, pero todo se movió en ataque al ritmo a Abdellah Raihani, que puso en jaque a la defensa del Genk en un duelo trepidante, sin pausa, sin términos medios, que al cuarto de hora ya contaba con un gol, con cuatro saques de esquina y con oportunidades para ambos lados, más igualado en apariencia entonces de lo que instantes después.
No agrandó antes su diferencia el Atlético porque el portero Vic Chambaere repelió el tiro de Adrián Niño y porque Al Mazyani se cruzó camino del gol a un tiro de Raihani, incontestable una y otra vez para el Genk, al que desbordó en cuanto se lo propuso, en cuanto conectó con el balón, inalcanzable e indetectable para sus adversarios.
Un delantero estupendo que marcó el 2-0 en el minuto 28, con talento y definición. Lo primero lo demostró con el regate con el que sobrepasó a Ndenge Kongolo dentro del área. Lo segundo, con la eficacia con la que resolvió el disparo frente al guardameta. Como también lo es El Jebari, que lanzó al poste desde fuera del área y originó el rechace que Álvaro Santamaría convirtió en el 3-0 superada la media hora. Un vendaval. Imponente.
Por potencia, por pegada, por fútbol, por ocasiones. Un Atlético superior al Genk, devorado por los chicos de Fernando Torres, por cada uno de sus regates, sus disparos, sus movimientos certeros a la espalda de la defensa del conjunto belga. Entre tanto espacio, la rapidez del equipo local, su fútbol directo, encontró un paraíso. Unas posibilidades infinitas.
Las aprovechó. Y no se quedó ahí. Siempre quiso más. Antes del descanso, en el minuto 39, el central Javier Boñar avanzó, tiró, falló, insistió, recuperó el balón y cruzó el 4-0, entre la incredulidad del Genk y entre la apoteosis de la grada. Cierto que, aún con 1-0, una acción de David Muñoz sobre el cadete Konstantinos Karetsas pareció penalti. No para el árbitro, que denegó la pena máxima. Era el minuto 22.
El único matiz al triunfo rotundo del Atlético, que decreció en el segundo tiempo con un desafortunado gol en propia puerta de Julio Díaz y la reacción del Genk (4-1).