No es una cuestión de números, sino de sensaciones. Nahuel Molina suma esta temporada dos goles y cinco asistencias, cifras que no son para nada negativas para un lateral diestro reconvertido a carrilero, pero lo cierto es que sus partidos, desde hace mucho tiempo, generan inquietud para el aficionado del Atlético de Madrid.
Un año más, Nahuel es uno de los pocos jugadores de la plantilla que no tiene sustituto natural. Azpilicueta es lo más parecido, pero el navarro se lesionó en enero y no se le espera hasta abril, más allá de que a sus 34 años es un futbolista con menos físico y, sobre todo, menos recorrido ofensivo.
Así que Simeone, una vez más, se ha visto obligado a alternar a Nahuel y Marcos Llorente en ese carril diestro. El argentino sólo se ha perdido tres partidos en toda la temporada, y sólo dos por decisión técnica, datos que evidencia que sigue siendo un futbolista importante para Diego Pablo Simeone. El problema es que su rendimiento, a diferencia de hace un año, está muy lejos de ser el deseado.
Los primeros meses de Nahuel en el Metropolitano no fueron demasiado buenos, pero el lateral explotó tras el Mundial de Qatar. Confianza, llegada, al nivel de lo que se espera de un campeón del mundo que es titular con su selección. Acabó el curso pasado con muy buenas prestaciones, pero esta temporada ha vuelto a dar un bajón.
Un bajón alargado y preocupante, pues el curso ya afronta su tramo final y Nahuel no ha terminado de asentarse como titular pese a la poca competencia. Fallón, impreciso con balón, perdiendo balones sencillos y, sobre todo, poniendo centros a ninguna parte, con el duelo ante el Almería como el mejor ejemplo. Una pobre versión que empieza a inquietar a la parroquia colchonera.