Después de tres permanencias en la máxima categoría, el Cádiz afrontó la presente temporada con el objetivo de dar un paso adelante en la posibilidad de estar en LALIGA EA Sports sin tanto sufrimiento. Había una buena base de la pasada temporada y con el rendimiento de los que se quedaban y la llegada de refuerzos el equipo podía aspirar a más. Craso error.
Tras un inicio esperanzador de buenos resultados y con la sensación de que el club había acertado en la campaña de fichajes del verano, las cosas se empezaron a torcer. Se habían ido dos titulares importantes como Espino y Bongonda, pero se confiaba en que otros como Machis o Maxi Gómez dieran un salto de calidad que nunca llegó.
El club erró en fichajes que tendrían que haber sido estratégicos y se fue viendo conforme los rivales directos fueron ensamblando sus equipos. El equipo empezó a dar muestras de muchos problemas en las dos áreas y ese buen arranque no tuvo continuidad en el tiempo. Si en la temporada anterior el Cádiz empezó de la peor manera y fue mejorando, en este fue al revés.
Era lógico seguir confiando en Sergio González después de lograr dos permanencias en circunstancias complicadas. Pero iban pasando los partidos y después de esa victoria del 1 de septiembre ya no llegarían más con él en el banquillo. El equipo estaba al filo de los puestos de descenso, pero a pesar de no ganar se libraba momentáneamente porque el nivel de los rivales directos estaba siendo ínfimo.
En enero llegó el desplome tras el punto de inflexión del partido de Granada. El error del club fue creer que se produciría una reacción y que no eran necesarios varios fichajes, como pasí en los mercados de invierno de años anteriores. La llegada de Juanmi fue positiva, pero Ousou y Samassekou no llegaron a contar casi nunca con la confianza del entrenador.
Y fue, precisamente, la llegada de Pellegrino el gran error en el momento en el que todavía había tiempo para enderezar el rumbo. Tras no lograr la llegada de un entrenador fiable como Diego Martínez, se valoraron otros nombres que no ofrecían garantías, como Guille Abascal o Machín. Al final llegó Pellegrino por su buen recorrido previo, pero no fue el revulsivo que necesitaba el equipo.
Cierto es que había carencias evidentes en la plantilla, como la falta de gol, pero el argentino no ha sido capaz de darle al equipo ni consistencia defensiva ni recursos en ataque. Ni el entrenador dio lo que se esperaba ni tampoco la mayor parte de la plantilla.
Manuel Vizcaíno y la dirección deportiva no han acertado en las decisiones como en campañas anteriores, en las que supieron reaccionar cuando el equipo dio señales de entrar en barrena. Sí ha habido una apuesta económica importante en cuanto a los sueldos de los jugadores, pero equivocada porque algunos no merecían esa confianza.
El gran traspaso iba a ser el de Camello, pero el delantero prefirió quedarse en el Rayo Vallecano. Hay jugadores en el plantel cadista con contratos muy altos entre los que estaban y los que llegaron después. Los que ficharon han estado como deberían, tampoco los que tenían que dirigir desde el banquillo ni, por supuesto, unos jugadores que no han estado a la altura.