Que el arbitraje que ha padecido, porque no hay otra manera de calificarlo, el Celta vuelve a dejar a la autoproclamada mejor liga del mundo en ridículo ya no es ni noticia. Lo sería al revés, si Martínez Munuera hubiese expulsado a Ronaldo en lugar de Aspas, y ante las protestas de Zidane el francés seguiría el camino del portugués. Pero esto nunca sucederá, así que solo quedaba rebelarse. Y así lo hizo Marcucci, ante la ignominia, coraje y valentía.
Valentía por exigir lo que toda España estaba viendo, como la misma jugada dependiendo de la camiseta es una cosa u otra, y valentía por ese paseo, con la cabeza erguida, orgullosa, por el medio del campo. Un gesto que quedará para el recuerdo, un acto de rebeldía que delata lo putrefacta que es esta liga. Lo de esta noche no es nuevo, es un nuevo capítulo de una espiral peligrosa y vergonzante, pero que a pocos le importa mientras los vilipendiados sean Celta, Betis, Deportivo o Leganés.
Un paseo que tendrá consecuencias, ya que el árbitro lo recogió en el acta, "una vez expulsado, se negó a ir a su vestuario por fuera del terreno de juego, cruzando por dentro del mismo haciendo caso omiso a mis indicaciones", escribió Martínez Munuera, una pena que en esa misma acta no redactase su catálogo de errores. Marcucci será castigado, por rebelde, por negarse a aceptar ser una víctima más de este pérfido sistema arbitral que rige con puño de hierro la Liga. El segundo de Berizzo ha abierto la Caja de Pandora, ojalá otros muchos le sigan.