Sin haber entrado todavía en diciembre, el Celta de Vigo parece haberse embarcado en un cuento de Charles Dickens. Le tocará encauzar el comienzo del adviento con una visita a uno de los representantes de su fantasma del pasado. No le verá los ojos, pero su vestimenta será la misma, y la parroquia que decida rodearle en su empresa tendrá un objetivo común. Que el Celta no consiga hacerse con la Copa del Rey. La ciudad de Zaragoza volverá a tener a los vigueses como enemigos. Y aunque no habrá bufandas propias del pasado en las butacas de La Romareda, el emblemático estadio recordará a los olívicos que asistan al encuentro ante el CD Ebro épocas pasadas que pudieron ser más. Pero, por el Zaragoza, se quedaron en un amargo recuerdo.
Es imposible no enfrentarse a un conjunto de la capital aragonesa con motivo de la Copa, y no pensar en lo que sucedió hace ya dos décadas. En la ciudad viguesa se sueña con la copa desde aquella aciaga noche en Mendizorroza. Y ha sido un tema de conversación recurrente en la afición estas últimas dos temporadas. No habrá ida y vuelta, pues el nuevo formato favorece a los “Davides” del fútbol ante los teóricos “Goliats”. Por esto, el partido se reviste de un olor a final en un momento clave de la temporada.
Por ello, hay que recordar qué no quiere el celtismo que suceda ante el Club Deportivo Ebro, que no llega en la mejor forma posible tras cosechar dos empates y una derrota en sus últimos tres encuentros. Para lo que debemos convertirnos en Herbert George Wells y embarcarnos en un viaje espacio-temporal con su máquina del tiempo. Y así viajar a un tiempo en que era más habitual escuchar sonatas europeas en Balaídos, y ver a Vladimir Gudelj o Aleksandr Mostovói soñar con levantar un título.
Como si el primer partido al que nos refiriéramos lo hubiera guionizado Celtas Cortos, la primera parada es un 20 de abril de la década de 1990. En concreto, de 1994. Una época en la que La herida, de Héroes del Silencio, llevaba ya asentada como una de las canciones de moda. Y la herida fue la que se generó cuando se hizo el silencio en el Vicente Calderón, y Alejo Indias fue de todo menos héroe, al ver como Cedrún detenía su decisivo penalti en la tanda y el Zaragoza se proclamaba campeón de la Copa del Rey. La vuelta de los más de 20.000 vigueses que se desplazaron a Madrid fue dura, complicada, y callada. Con más quietud que nerviosismo. Habría ocasión de revancha. De volver a pelear.
Tal y como sucedió poco más de un lustro después. El 30 de junio del año 2001, esta vez ante el abochornante calor de Sevilla en pleno verano, La Cartuja fue la encargada de atender a una reedición de una final que ya había acabado mal para Vigo. Dos semanas antes, el día 17, el Celta había asegurado su clasificación para la primera ronda de la UEFA contra, precisamente, el Zaragoza, tras empatar 1-1 en la última jornada de Liga. Venía con ganas de sacar un buen resultado, después de cosechar dos tablas en el marcador tras 180 minutos de fútbol ante los zaragocistas en la competición doméstica. Y el encuentro comenzó con alegría para los celtistas que se desplazaron a Sevilla.
Mostovói, el Zar, adelantó al Celta solo 5 minutos después del pitido inicial. Todo iba viento en popa, que diría Espronceda. Aunque la tranquilidad del celeste mar vigués se cortó cuando el Zaragoza, el underdog de la final, le dio la vuelta al marcador antes del descanso. Un exceso de confianza mató a un Celta que ya no fue capaz de sacar el partido hacia adelante.Y vio como su rival se aprovechaba de sus ansias por ganar marcando el tercero en el 94, en un gol más simbólico que efectivo para el resultado.
Unos meses antes Los Secretos habían sacado lo que después se convertiría en un himno generacional; Déjame. Y eso fue precisamente lo que dijo el Zaragoza al ver la actitud del Celta aquel día. “Deja que yo haga, y te haré”. El balón y la posesión fue para el rival, que hizo y deshizo a su antojo.
Más de dos décadas después de ambas finales, el Celta vuelve a arrancar una temporada con la ilusión de pelear y ganar la Copa del Rey. Aunque tendrá que hacerlo en el feudo de su más doloroso verdugo. Contra el que no se verá las caras pero al que sí verá su piel, que puede ser algo todavía más dramático.
Unos meses antes Los Secretos habían sacado lo que después se convertiría en un himno generacional; Déjame. Concretamente 20 anos antes... No le verá los ojos, pero su vestimenta será la misma, y la parroquia que decida rodearle en su empresa tendrá un objetivo común. O uniforme do Ebro ten as mesmas cores que as do Zaragoza mais a camisola é diferente. Un saúdo e hala Celta!