Coronación española en Estambul. No busquen una final parecida a la de 18 años, porque esta fue totalmente distinta. Más plana, más 'práctica', con un sólo gol. Lo marcó Rodrigo Hernández, en una de las pocas llegadas claras de un Manchester City que, tras muchos millones invertidos, logra proclamarse campeón de la Champions League ante un Inter que parecía ir de cenicienta, pero vendió cara, muy cara su piel.
Tuvo un final frenético, eso sí. Y nos vamos al final porque durante los primeros 70 minutos pasó poco, muy poco. Un disparo de Bernardo Silva, una mano de Onana a Haaland y la segunda lesión de De Bruyne en una final. El City no jugó la final que quería y el Inter estaba muy plantado, pero apenas hubo ocasiones en los primeros 45 minutos.
Pero lo mejor llegó en la última media hora. Lautaro no aprovechó un terrible error de Akanji y poco después, Rodrigo tocó el marcador en el 68', aprovechando que todos sus compañeros pedían un penalti inexistente. El partido se volvió algo loco a partir de ahí, con una versión de Lukaku recordando aquella pesadilla de Qatar.
El belga evitó el empate de su compañero Dimarco, que en la misma jugada se estrelló en el larguero. Tras un jugadón sin premio de Foden, el propio Lukaku falló un cabezazo clamoroso en el área pequeña, rematando al centro. El Inter se volcó, Onana acabó subiendo a rematar, pero el City aguantó. Y Guardiola se coronó lejos del Camp Nou, su tercera Orejona. Le debe una a su compatriota Rodrigo.