El Athletic llega a la final de copa en una montaña rusa de sensaciones contradictorias. Cuando ElDesmarque Bizkaia me propuso escribir sobre el Athletic Club, la verdad es que me vinieron muchísimas ideas a la cabeza. Y es que si algo está teniendo el equipo esta temporada es un paisaje de lo más diverso y que ha convertido su existencia en una auténtica montaña rusa.
En un carrusel de emociones que se han ido acumulando hasta el día de hoy, pasando del negro más negro, al blanco más luminoso y esperanzador, para dejar últimamente sensaciones preocupantes.
Esta temporada sin lugar a dudas no está siendo la mejor para corazones débiles, ya que los rojiblancos nos han dado momentos de especial intensidad desde que la pelota comenzara a rodar hace ya muchos meses.
Que los comienzos no fueron buenos es algo evidente, tan evidente que terminó con el entrenador cesado y la llegada de un nuevo técnico. Esta primera parte de la temporada nos mostró los peores demonios, las peores sensaciones, y los peores augurios. Donde incluso en más de un foro se hablaba de la palabra descenso. Era evidente que nadie estaba dando lo mejor de sí mismo y más observando lo que estaría por llegar meses más tarde.
Con la entrada del equipo en una dinámica negativa, era cuestión de tiempo que llegaran las medidas traumáticas. Con el cambio de entrenador y el estreno de Marcelino, el paisaje fue bien distinto, el Athletic surfeó una ola magnífica y muestra de ello ha sido la Supercopa y la clasificación para una nueva final de Copa.
En las últimas jornadas el efecto “nuevo entrenador” está pasando. Es evidente que el nivel global del equipo está bajando y sería muy deseable volver a las prestaciones vistas a inicios de año. Todo esto pasa por dar con la tecla adecuada de la dupla que lleve la manija del equipo y porque los pesos pesados recuperen el tono perdido.
En consecuencia, y de cara a las citas en La Cartuja, los leones deberán recuperar ese ADN tan rojiblanco que dice que puede haber jugadores que tengan más talento que tú pero que no hay excusa para que cualquiera pueda trabajar más que tú. Y si a esto además le sumas unas dosis de confianza, acierto, atrevimiento y te olvidas de errores groseros, el sol puede volver a brillar.
Es por ello que soy moderadamente optimista de cara a ese doble viaje a Sevilla para medirnos a la Real Sociedad y al FC Barcelona. Creo que alguna de las dos finales puede llegar a Bilbao. No será sencillo y no hay garantía alguna, el que quiera garantía que se compre una cafetera. Esto es fútbol, es competición, pero si sabemos manejar nuestras armas y somos capaces de dar lo máximo, podemos cerrar una temporada muy bonita.
Por lo tanto toca vivir y disfrutar el momento presente y dar las gracias por cada día que estos jugadores nos han ilusionado. Y nuestra mayor ilusión ahora mismo es seguir ilusionados.