Restan nueve jornadas de liga y la posibilidad de disputar un hipotético playoff que cambie los análisis y altere las opiniones, pero hasta el momento la ilusionante llegada de Matías Nahuel al Deportivo durante el pasado mercado de invierno se ha quedado en poco más que eso.
El extremo argentino, a quien Natxo González ubicó por primera vez como enganche en el 4-4-2 en rombo propuesto ante el Rayo Majadahonda, parece peleado con el mundo. Su toma de decisiones no es la mejor y sus constantes enredos con el balón en los pies acaban generando crispación en la grada. A un '10' se le exige pausa y comprensión del juego, no solo verticalidad y disparo, y el futbolista blanquiazul resultó frustrante en esas primeras tareas en la tarde de ayer.
Al ex del Betis, Villarreal o Barça B no se le pueden discutir su evidente voluntad y sus ganas de agradar. Jamás se achica y nunca renuncia al regate, pero a día de hoy lo suyo es una guerra de guerrillas contra sí mismo, porque en la búsqueda de reencontrarse con su mejor versión acumula naufragios.
En el reparto de responsabilidades, a Nahuel solo se le puede colocar en su espalda la suya. Pero supone una absoluta decepción que el hombre firmado hasta el próximo 30 de junio para cubrir el vació de Carles Gil, aunque ambos sean jugadores muy distintos y sus roles no se asemejen, tampoco esté aportándole un plus a un equipo sin rumbo ni confianza.
Carmelo del Pozo y Natxo González vieron en el que fuera internacional español en las categorías inferiores a un extremo muy técnico, con regate y desborde en estático, y capaz de echar una mano en el vértice superior del rombo si el Dépor decidía dar marcha atrás en su evolución al 4-3-3. Y la marcha atrás se ha producido, pero el problema es otro: Nahuel no suma y se esperaba que lo hiciese.