Portugal vive al ritmo de Cristiano Ronaldo, de sus estados de ánimo y de sus golpes de genio. Su ansiedad llevó al equipo al borde del precipicio, de donde su maestría acudió a rescatarle.
Todo pasa por la figura del "7" en el grupo portugués, donde desde su seleccionador al último de los utilleros asumen que tener a una estrella de su talla marca cada instante de la expedición.
Su falta de puntería contra Islandia y Austria -diez remates a portería en cada partido, un penalti estrellado contra el poste contra los segundos- dejó a Portugal en una posición difícil, obligado a no perder frente a Hungría para seguir en la Eurocopa.
El estado de nervios era patente y se dejó ver incluso en la víspera, cuando durante el paseo matutino por Lyon, Cristiano Ronaldo arrebató el micrófono a un periodista luso que se interesaba por su estado y lo lanzó a un lago cercano.
Portugal salió al campo atenazada por la perspectiva de quedarse fuera a las primeras de cambio, pese a que el equipo se había marcado una meta elevada, levantar el trofeo el próximo 10 de julio en Saint Denis.
La rojiverde era un manojo de nervios en el estadio del Lyon, un equipo atenazado en manos de una Hungría sin complejos, que con el billete de los octavos ya en el bolsillo jugaba con los lusos como un gato con su ovillo.
Hasta en tres ocasiones los húngaros golpearon la mandíbula de Portugal.
Y fue ahí, noqueados y huérfanos de su estrella, cuando apareció el triple Balón de Oro para prolongar la aventura.
Cuando parecía que el rastro de Ronaldo por la Eurocopa de Francia iba a limitarse a unas cuantas líneas en su nómina de récords individuales -primer jugador en marcar en cuatro ediciones diferentes, primer jugador en llegar a los 17 partidos en un europeo, plusmarquista luso de duelos internacionales-, el madridista emergió para rescatar al colectivo.
Ningún jugador como Ronaldo postula al título de figura del torneo. Ninguno tiene sus condiciones para convertirse en el hombre de la Eurocopa y labrar así el terreno para, tras haber levantado la Liga de Campeones con el Real Madrid, sumar un cuarto trofeo individual que alimente el pulso que mantiene con el argentino Leo Messi.
Su eliminación en primera ronda hubiera tenido una repercusión estratosférica. Mucha más que la que tiene su genial actuación para salvar al equipo.
Ronaldo fue el único capaz de mantener la calma ante los húngaros en una triste noche de los portugueses. Solo CR7 sostuvo la fortaleza, con un pase magistral a Nani para empatar a 1; un tanto de los que quedarán en la retina, con el tacón y de espaldas, para igualar a 2; y un soberbio cabezazo, firma de la casa, suspendido en el aire como un ángel, para certificar el definitivo 3-3.
El empate les clasifica como terceros y les empareja contra Croacia, la sorpresa de la competición. Portugal respira de alivio pero no se ha sacudido la tensión. Ronaldo no quiso responder a los periodistas tras el encuentro -no lo ha hecho desde que llegó a Francia- y su gesto serio, casi cabreado, muestra que no está satisfecho.
El país recuerda que ya en 2012 su astro tardó dos partidos en brillar, antes de hacerlo con fuerza y conducir a su equipo hasta las semifinales, donde la lotería de los penaltis contra España les privó de su segunda final en tres ediciones.
Entonces, Ronaldo se reservó para el final en la tanda de penaltis y llegó tarde. Cuando le tocaba, Portugal ya estaba eliminada.
Ahora, Ronaldo no quiere quedarse con las ganas. Ha logrado poner a una Portugal a la deriva de nuevo en los raíles de la competición. A costa de que su suerte quede inevitablemente ligada a su talento.