Sin derramar lágrimas, orgullosos como vinieron aunque dolidos por el marcador, Islandia se va de la Eurocopa tras devolver a su país algo del orgullo nacional perdido en los últimos años con una concatenación de desgracias y desastres varios.
Ya fuese la crisis financiera que derrumbó los bancos del país hace ocho años, la erupción del volcán Eyjafjalla que paralizó el tráfico aéreo, o la polémica aparición de su primer ministro en los Papeles de Panamá, el nombre de Islandia no solía llegar bien acompañado.
Pero los 23 muchachos islandeses, la mayoría de los cuales se ganan la vida en ligas menores, han conseguido que durante dos semanas todo el mundo haya hablado de este diminuto país de solo 330.000 habitantes.
Si algo repiten los jugadores islandeses cada vez que tienen un micrófono delante es que sus compañeros son además sus mejores amigos, pero esa compenetración que les ha llevado hasta cuartos de la Eurocopa no fue suficiente para apear a los anfitriones, una Francia que los arrolló como una locomotora.
A falta de jugadores de mayor calidad -entre los que el "diez" Gylfi Sigurdsson brilló con luz propia-, su disposición táctica y, sobre todo, su solidaridad y compañerismo les permitió eliminar a rivales aparentemente más cualificados, como Inglaterra o Austria.
La dinamita ofensiva de Francia se interpuso en su camino hacia la semifinal, aunque consiguió meter dos goles y generar cierto número de jugadas de peligro ante una defensa relajada y que no se distingue por su fiabilidad.
El torneo pierde su toque exótico, la nota discordante y romántica que ahora tratará de mantener viva, a otro nivel, el País de Gales de Gareth Bale.
Así que los estadios franceses no volverán a escuchar de sus bocas el "¡Uh!" vikingo que ha patentado la afición islandesa, pero que ya ha sido adoptado por las hinchadas rivales.
En Saint-Denis fueron hoy los propios aficionados franceses quienes utilizaron esa forma de animar, que promete convertirse en uno de los grandes legados en la grada de esta Eurocopa.
Tampoco paseará el capitán islandés Aron Gunarsson su misil en forma de saque de banda, indefectiblemente peinado por uno de los centrales e inevitablemente rematado en el área chica por su ariete. Anoche en Saint Denis volvieron a hacerlo, y eso que Deschamps ya había avisado...
En el minuto 54 del partido contra Francia, la afición islandesa comenzó a entonar una canción melancólica, una tonadilla tradicional de la isla que funciona a modo de himno oficioso. Empezaba ya entonces la despedida a tres semanas de ensueño.
Al terminar el partido, todo el equipo islandés, jugadores y técnicos incluidos, se acercaron a la curva donde seguían sus hinchas. Allí realizaron su particular "haka" por última vez.
Para el país nórdico ha sido su primera participación en la fase final de una competición. Muchos de sus futbolistas se han revalorizado y se han hecho un nombre en el fútbol mundial. Islandia se prepara ahora a recibirlos como héroes, porque pocas veces una derrota fue tan dulce.